50 y 30. II

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-... tienes razón, tendré que quitármela.

Comencé a desabotonarme la blusa y Guillermo se sentó atónito mirando cómo colaboraba para el masaje. No me la quité completa, solo la desabotoné dejándole ver el centro entre mis pechos y el camino hacia mi ombligo, rocé suavemente con mis manos mis pezones, para que notara la erección de ellos bajo mi blusa.

- Está bien así? No me gustaría que me mal interpretaras. Volví a rozar mis pezones por sobre la blusa.

- Está perfecto, acércate que continuo con el masaje.

Me acerqué de frente a él, su cabeza quedó a la altura de mi vientre, buscó mi mirada hacia arriba y me tomó de la cintura bajo la blusa, no me la quitó, subió sus manos por cada costado de mi cuerpo, hasta q sus pulgares se encontraron con el pliegue de mis pechos. Me miró nuevamente, contuve la respiración, asentí y subió sus pulgares hasta mis pezones. Dejé escapar un aliento mientras Guillermo ya frotaba en círculos mis tetas, muy suavemente y al ritmo de mi respiración.

- Que hermosos pechos tienes, deja demostrarte lo bien que hago este tipo de masajes.

Terminó de hablar y con sus manos en mis pechos jugueteando con quienes ya estaban duros, comenzó a besarme el ombligo, el vientre, soltó una mano y la deslizó hacia mi falda, volvió a mirarme hacia arriba esperando mi consentimiento. Cerré los ojos, gesto suficiente para comenzar a bajarme la falda, de a poco, acompañando la maniobra con besos y chupetones. Sentía su respiración agitada llegando a mi pubis...

Solo quedé con la blusa puesta sobre los hombros, ahí estaba, desnuda frente a un hombre mayor, frente a mi trabajador que apenas conozco...

Cuando dejé de pensar, abrí mis ojos y le coqueteé con la mirada, me mordí el labio y retrocedí mientras lo recorría con mi vista, se inclinó hacia atrás y soltó un suspiro.

- Déjame mirarte, date una vuelta.

Me giré para dejarle ver mi cola, solo la mitad, el resto la tapaba mi blusa blanca que aun llevaba puesta desde mis hombros.

- Paula, eres preciosa, tienes pechos turgentes, firmes, tus pezones café que me apuntan enceguecidos. Tus nalgas un par de esferas perfectas... estoy ardiendo mírame.

Bajé mi vista a su entrepierna y pude ver un gran bulto hacia su pierna izquierda. Llevó una de sus manos hacia su abultamiento y comenzó a acariciarlo sin despegar sus ojos de los míos. Me senté en el sillón de en frente de el y abrí mis piernas, dejándole ver mi vagina húmeda y punzante. Abrió su pantalón y metió su mano y comenzó a masturbarse lentamente, sin dejar de mirarme fijamente. Me levanté del sillón y caminé hacia él, me quité la blusa que ya nada me tapaba, me incliné para agarrar su miembro y sacarlo de su cautiverio.

- Estoy tan caliente que quiero montarte. Le dije sin titubear

- Déjame terminar el masaje, sé que te va a encantar. 

Se desvistió completamente, su miembro erecto y duro tocaban su ombligo. Me tomó y me recostó en el sillón. Una de sus manos fue directo a mi clítoris lubricado naturalmente. Masajeó mi vulva, recorrió mis labios vaginales, untaba sus dedos en mis jugos y los bebía cada tanto. Metió dos dedos en mi vagina buscando mi punto G. Mientras disfrutaba de este masaje, agarré su pene y me lo llevé a la boca, lo lamí y saboreé dejándolo casi sin aliento.

- Ya quiero que me montes.

Guillermo se sentó con piernas abiertas, su pene mirando a las estrellas. Me levanté y abalancé rápidamente a su cuerpo me acomodé su miembro en mi vagina y me dispuse a bajar de a poco. Los ojos de Guillermo se pusieron blancos mientras dejaba escapar un gemido. Cabalgué como más me gustaba mientras tomé mis tetas y se las puse en su boca.

- Muérdeme despacio, le dije. - Tírame los pezones, así que rico.

- Ya no aguanto Paula, cambiemos de posición.

Me salí de encima de Guillermo y me puse en cuatro. 
- Hazme acabar, penétrame con fuerza.

me incliné hacia delante para dejar al desnudo mi ano y mi vagina, lo miré hacia atrás, estaba untándose el pene con saliva.

- Que culo más perfecto, te follaré todo lo que me pidas.

Se me acercó, me tomó de las caderas y sin dudar penetró mi vagina una y otra vez, mis tetas colgando se movían adelante y atrás y yo gritaba de placer, llegué al orgasmo con la tercera envestida.

- Sigue, sigue que viene otro, apriétame las tetas. Así, que rico, sigue ¡aaahh! ¡Aah ahh! No pares.

- ¡Aaahh! ¡Aahh! ¡Me encanta tu culooo! ¡Aaaahhh! ¡Ah a!

- ¡Aaaayyy! 

Terminamos los dos en un gemido mutuo y con un gran orgasmo. Yo quería otro y comencé a fritar mi clítoris para no perder la calentura, Guillermo se salió de mí y yo seguí a culo parado tocándome y retorciéndome hasta que llegué a un tercer orgasmo.

- Ese ano pedía a gritos que te lo metiera mientras te complacías. 

- Bueno, en otra ocasión comenzamos por otro lado.

- Habrá otra ocasión? Preguntó Guillermo sorprendido mientras se limpiaba el pene.

- A mí me encantó, desearía que lo repitiéramos, aun no conozco tu habitación ni tu mi oficina...


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