Me siento pobre cuando mi hijo me da ropa usada porque ha pasado de moda.
Me siento pobre cuando informan los medios de comunicación de la pensión media en España.
Me siento pobre cuando alguien me pregunta si he veraneado.
Me siento pobre cada vez que mi hermano se compra un coche nuevo.
Me siento pobre cada vez que un conocido habla de comidas a la carta en un buen restaurante.
Me siento pobre cada vez que como con mi hermano y su esposa, en mi casa o en la suya.
Me siento pobre cada vez que me compro un libro en un mercadillo callejero por 1, 2 o 3 euros.
Me siento pobre cuando rechazo un cursillo porque hay que pagarlo.
Me siento pobre cuando veo los escaparates de algunos comercios en el centro de la ciudad.
Me siento pobre cada vez que calculo el precio de un fin de semana en un hotel o balneario.
Me siento pobre cada vez que recuerdo que vivo en un piso de 60 años, en un barrio popular, aunque me encuentro muy a gusto.
Me siento pobre cada vez que oigo hablar a familiares de sus viajes.
Me siento pobre cuando me examino y reconozco que siempre he sido un mediocre, como hijo, hermano, estudiante, escritor, trabajador, esposo, padre.
Me siento pobre cuando alguien me invita a pasar un fin de semana en su segunda residencia, en montaña o playa, sin que yo pueda corresponder.
Me siento pobre cuando veo las ofertas de viajes en el escaparate de una agencia
Me siento pobre porque soy pobre.
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