Sí, bueno, quizá sí pueda pero la verdad es que no tengo intención de hacerlo, tampoco tengo ganas de perder el tiempo intentándolo. Prefiero divagar por horas en mi subconsciente buscando un ápice de luz o de cualquier cosa que me haga olvidar por un mísero minuto la realidad que me envuelve. Prefiero perderme en el oscuro color de tus grandes ojos haciéndome a la idea de perderlos porque no volveré a verlos, te marchaste sin más. Todos tenían razón ¿quién iba a querer una drogadicta como yo? Daba asco, me daba asco pero no tenía otra alternativa, tampoco me importaba porque no volverías a verme. De alguna que otra manera debía acabar con toda la mierda que me rodeaba, debía acabar con la soledad que me consumía en las largas noches o la desesperación que sentía en mi pecho todos los putos días por dejarte marchar, sin olvidar esos estúpidos recuerdos que no podía olvidar y que seguirán latentes en mi cabeza. Esta no era la manera más católica lo reconozco, pero era la que mejor sabía hacer.
La sed subía por mi garganta al compás de la lluvia que empezó a caer. Primero poco a poco y después con intensidad, con furia, exigiendo complacer esa necesidad de consumir. Mi cuerpo picaba, mis manos temblaban y esa voz seguía en mi cabeza ordenándome que lo hiciese, que nos llevará por última vez a la gloria del infierno para poder verlo una vez más. Solo de esta manera puedo verlo. Subí la dosis, seguro que ahora lo puedo incluso tocar o eso me repetía en todo el proceso. Mi pecho rugía furioso que lo hiciese de una vez por todas, el latir detrás de mis orejas era desesperación pura y dura, debíamos reunirnos otra vez. Busqué mi vena ignorando todos los pinchazos de mi brazo, una vez más, qué más dará. El líquido es blanco, me dijeron que este es mejor y esperaba que así fuese. Sentí el líquido entrar en mi vena y de ahí directo a la sangre, sólo era necesario un par de segundos para que hiciera efecto, así que, esperé impaciente apoyada en la pared. Lo podía sentir, la sed ya había disminuido porque el placer empezaba a complacer a mi cuerpo. ya estaba hecho y podía sentirle.
No se cuanto paso, tampoco me importaba, intente abrir los ojos sintiendo unos fuertes pinchazos que me penetraban la cabeza sin piedad pero no podía hacerlo. Escuche voces mientras sentía como mi cuerpo flotaba, el dolor cesó mientras que el largo silencio se undia en mi pecho.
- la hemos perdido - juraría haber oído.
Abrí los ojos gritando, furiosa y temiendo lo peor. ¿Estaba muerta? Mire mi brazo izquierdo asustada, no quedaba rastro de nada. Empezó a faltarme el aire. ¿de verdad estaba muerta?Mis ojos empezaron a cristalizarse mientras que el coraje en mi pecho se hacía presente. Levante la cabeza sintiendo algo diferente, alguien llamó mi atención tocando mi brazo, yo ya había sentido esa sensación. Erizo toda mi piel con su caricia y sólo él era capaz de hacerlo. Entonces lo ví. Él estaba allí parado buscando mis ojos, vestía igual que la última vez que le vi, esa vez que se fue en coche.. Sus labios se curvaron en una triste sonrisa mientras que sus verdes ojos gritaban que le detuviese. Se dio la vuelta y tiré de su brazo asustada, desesperada por volver a perderle. No quería perderle por segunda vez. No lo soportaría, tire de él hasta mi y escondí mi cara en su cuello suplicándole que no se fuera, que se quedase conmigo. Su fragancia masculina entró por mis fosas nasales, si era buena…
- No pienso irme a ningún lado - tomó mi cara entre sus manos y limpio mis lagrimas.
¿Estaba soñando? ¿podía tocarme?¿podía escucharle? ¿Por qué podía hacerlo?
Estampó sus labios en los mios atrayendome a la realidad. Su lengua entró en mi boca tímida mientras pasaba uno de sus brazos alrededor de mi cintura. Su calidez no tardó en envolverme igual que la felicidad. No se fue, estaba conmigo, estaba con él y nada fue real. La dicha inundó mi pecho y no dude en tirarme encima riendo de felicidad.
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