Aplasté el cigarro en el suelo y deseé que esa pequeña pieza tóxica fueras tú. Pisé con más fuerza, hasta aplanarlo por completo y me quedé en paz, comencé a caminar por las calles de la colonia mientras escuchaba Eye in the sky de The Alan Parsons Project y, por supuesto, mientras pensaba en ti. La sensación en mi estómago cada que te pienso es la misma, por mucho que de deseé odiarte, todavía me brindas agradables sensaciones.
Cuando te alejaste de mi vida sin siquiera murmurar, me rompiste de mil maneras diferentes. Decidí que no te pediría explicaciones, pues aunque las sepa, el resultado es el mismo: ya te has ido. Te fuiste tan estrepitosamente que sigo aturdida. Todos quieren ayudarme, explicarme lo que tú no fuiste capaz de decirme antes de huir; pero no quiero escuchar a nadie.
Me senté en una banca del parque tratando de ignorar a la gente a mi alrededor, tenía que llorar aquí. ¿Tienes idea de cómo me siento? ¡Así es! Me siento insuficiente, humillada, denigrada, desvalorizada, poca cosa, confundida, usada, tonta, una idiota. Por un momento me llevaste a lo más alto y, mientras parpadeaba, me soltaste antes de que pudiera abrir los ojos. Cuando por fin pude ver, ya estaba más abajo del suelo toda rota y asustada.
Ojalá me hubieras dicho algo en concreto, ojalá no te hubieras ido como si nada… pero de qué me sirve desear, mejor te doy las gracias, ¡Gracias por nada!
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