¡Reencarné en un elfo! Cap. 9.1

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Capítulo 9.1 El primer guardián.

 

Mis ojos lo veían con claridad, pero mi mente estaba en una total confusión. Justo después de escuchar las extrañas y mágicas palabras de la señora Anhuar, las velas ardieron todas a la vez, dando un espectáculo inimaginable de colores explosivos, llamas ardientes y un fuerte viento que dejó en un caos toda la pulcra sala de evaluación. Una sensación fría me recorrió la espalda, haciendo que mi respiración se detenga unos instantes por el miedo.

 

Tras los segundos más largos de mi vida, de un momento a otro, todas las llamas fueron consumidas a la vez, quedando las 66 velas intactas, como si nunca se hubieran encendido. De no ser por el caos que quedó en el salón, y las caras deformadas de los adultos, nadie creería que algo así realmente pasó.

 

De pronto, un punto de calor comenzó a crecer detrás de mi lengua, obligándome a tragarlo por reflejo y arrastrarlo por mi garganta hasta atorarse en el pecho. Me costaba respirar por la presión en mis pulmones y la extraña energía caliente siguió bajando hasta caer pesadamente en mi estómago. El calor hizo hervir mis entrañas y, con ello, toda la sangre de mi cuerpo, elevando la fiebre más allá de lo soportable. 

 

Todo se volvió negro y dejé de sentir…

 

“¡NECESITAMOS UN MÉDICO AHORA!”

 

 

 

Tras experimentar un calor como del infierno, un abrazo de frío refrescante llenó cada parte de mi piel. Aún había dolor en mi estómago, pero ya no sentía la sangre hirviendo y mi mente, poco a poco, comenzó a recuperar su habitual claridad. Cuando sentí que podía abrir los ojos, una suave luz azul cubría toda mi visión, la cual no era nada incómoda, sino que muy confortable. Un hombre de mediana edad me llevaba en brazos mientras conversaba con la señora Anhuar.

 

“... un caso como este es bastante inusual, pero no es único. Por lo que me ha contado usted, recién pasó un evento que involucró altas concentraciones de energía astral. Desconozco cómo piensan los 66 divinos, pero, presumo que los dioses del fuego tuvieron una lucha interna por el poder, generando ondas espirituales que afectaron, por mera casualidad, el vínculo transitorio del bebé.” Con una voz pausada y respetuosa, el hombre daba su opinión sobre lo que me acababa de pasar.

 

“Si no le entiendo mal, me está diciendo que... ¿su alma fue incendiada por los dioses?” Anhuar se mostró muy preocupada, trataba de entender algo que iba más allá de su experiencia y comprensión. 

 

“Es correcto pensar en un incendio, pero no de su alma, sino que de su energía vital. De alguna manera, lo que le sucedió al bebé le consumió de tal manera su vida que, sino es porque usted me llamó en primer lugar, ya se habría convertido en meras cenizas y huesos. Conmigo aquí no le pasará nada más, le ayudaré profesionalmente a cuidar de él. Puede deshacerse tranquilamente de todos los demás asistentes que tenga.” Mientras daba su discurso de autoalabanza, el hombre descuidó la energía curativa que proyectaba en mí. Poco a poco dejé de sentir el frío refrescante, dando paso a un dolor que crecía sin piedad dentro desde mi estómago.

 

“¡¡¡Wuuuaaaaaaaaaaaahhhh!!!” Grité por todo el dolor en mi cuerpo. En ese mismo instante la luz azul me volvió a envolver, pero sus efectos ya no me aliviaban del todo.

 

“¡Ahh… está despierto!” La señora Anhuar exclamó con alivio. “Doctor Gial-Thirpenle, por favor, acompáñeme a la sala de cuidados, ya debería haber llegado la nodriza que alimentará al bebé de ahora en adelante. Mis disculpas por hacerlo llevar en brazos, pero ahora lo único que lo puede aliviar es su magia curativa.”

 

“¡No, no, no! Para mí es un honor poder acompañarla, no debe llamarme con esas formalidades, dígame solo doctor o Gial, como me llaman mis amigos. Además, considerando que estaré bajo su mando los siguientes meses, no es propio que se disculpe por indicarme mis funciones.” Mientras el doctor coqueteaba con Anhuar, pronto llegamos a una oficina pequeña, finamente decorada y con sillones dispuestos para tener una reunión o entrevista.

 

“¿Mmh? Ya debería haber llegado la nodriza. Dame un segundo.” Anhuar presionó su muñeca con dos dedos, luego se la llevó cerca de la boca. “La directora Anhuar al habla, se suponía que la nodriza estaría esperándonos en la oficina, ¿hay algún problema?” Pasaron unos segundos de silencio, cuando Anhuar se preparaba para hablar nuevamente, una voz alterada le respondió.

 

“¡Di-Directora! ¡N-No creerá lo que pa-pasó! Intenté contactarla antes, pero… ¡simplemente no doy abasto con la situación!” La mirada de Anhuar se puso rígida, algo así nunca había pasado en un lugar tan tranquilo como el orfanato. “No entiendo cómo, pero se corrió la voz que usted, la renombrada directora Anhuar, hizo un llamado público a todas las nodrizas que estuvieran interesadas en ser su asistente personal, ¡sin necesidad de experiencia previa!” Lo último hizo indignar a Anhuar, mostrando un claro desprecio a la situación.

 

“¿Sin experiencia previa? ¡Qué absurdo! ¿Por qué bajaría tanto los estándares de reclutamiento? ¡Mínimo ciento cincuenta años de experiencia comprobable! ¡MÍNIMO!” Sus fosas nasales se abrían junto con su respiración agitada. “Envíalas a todas al pueblo del que vinieron. Que solo se queden aquellas con ciento cincuenta… no, ¡doscientos cincuenta años de experiencia!” Con un golpe rápido en su muñeca, cortó la conversación y comenzó a hablar en voz baja, despreciando toda la situación al tiempo que se paseaba por la pequeña oficina. “¿Por qué…? ¿Quién pondría un aviso tan ridículo?...”

 

El doctor que me sostenía no se atrevió a hablar, en su cara se notaba la sorpresa por ver tal personalidad emanando de Anhuar. Alguien que seguramente era reconocida por ser seria, estricta y serena, de un momento a otro, había explotado en ira y desprecio. Una nota mental, de jamás causarle ningún problema, quedó marcada firmemente en el doctor Gial. Tras varios minutos de silencio, una puerta golpeó con suavidad antes de abrirse. Un hombre de baja estatura hablaba mirando hacia el suelo “Directora, la primera candidata espera.”

 

“¿La primera? ¿Cuántas quedaron después del filtro de experiencia?” Anhuar intentó calmar su anterior indignación al creer que, tal vez, había personas cualificadas entre las que quedaron. 

 

“Ve-veinticinco candidatas co-con más de doscientos cincuenta a-años de experiencia.” Tomó una larga respiración antes de continuar. “Pe-perdóneme directora, no pude quitar a más nodrizas, to-to-todas ellas estaban mu-muy enojadas con la si-situación. Además, las que que-quedaron traen grandes currículums y refe-referencias de importantes orfanatos de todo el im-imperio”

 

 

(Esto de las partes se desmadró... ahora serán 3! perdon :C )

 

 


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