El reflejo nos impide
a veces, muchas,
ver la ilusión que nos rodea.
Mudemos esa mirada.
La magia nos envuelve
de una pasión especial.
Siempre que podamos
nos debemos entusiasmar
con paciencia, en armonía,
desde el sosiego de que el mundo nos da
lo que merecemos,
si sabemos luchar por ello
y esperar lo que sea menester.
Nos condicionamos.
Nos expresamos con silentes afanes
que nos determinan
con franqueza y hermosura.
Hemos adivinado un tanto.
No nos abrumemos
en exceso, ni paremos,
ni apuntemos constantemente
donde no hay solución ni batalla.
Pongamos
los hechos en sus sitios,
y procuremos que las evoluciones
sean perfectas.
Evitemos
las calladas sin respuestas,
y alejemos
los volúmenes que nos impidan la dicha.
Nos debemos al universo.
Vayamos sin tacha.
Juntemos las experiencias
de otros instantes de genialidad
hasta dar con los números que funcionan.
Nos haremos caso
desde el sillón de las nieblas.
Nos conectaremos con el día.
Sabremos, experimentaremos,
y seguiremos.
Los brillos nos guiarán.
Nos consolaremos al unísono
hasta el fin del cosmos.
Y más allá, claro.
Mucho más allá.
Juan Tomás Frutos.
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