“Cierra los ojos. Coge aire. Lentamente...”, Sara, monitora de relajación, sostiene su pecho y espalda mientras Mark obedece y siente el chorro de aire inundar sus pulmones. En su mente queda un tenue reflejo de las montañas, en su piel la brisa fresca, en el silencio fundido con su respiración sólo queda el pensamiento guiado por la voz melosa de Sara. Entonces empieza todo. Primero una náusea en sus estómagos seguido del tenue descontrol en sus articulaciones y vértigo casi al mismo tiempo de la percepción de que todo se mueve. “¡Qué pasa!” grita ella perdiendo el control que él creía inquebrantable. “¡Un terremoto!”, responde él convencido, brazos y piernas abiertos, aparentando más calma; “vamos a ... “, el suelo se quiebra bajo sus pies justo cuando la aferra.
Le quiere.
El aroma a brisa marina se ve aplastado con el hedor a azufre que, presagiando el fin, sube en una bocanada caliente. Él cae y gritan ahora cada uno el nombre del otro cuando logran atraparse las manos. Ella está tumbada, él cuelga, los antebrazos resbalan. El suelo ya no vibra pero él y ella saben que es el fín. “I love you”, dice él en su lengua natal y cae, ella grita y… silencio: sólo el nauseabundo olor a azufre. Ella gatea irresponsablemente para asomarse a la grieta. Mark ha caído de culo en un risco y ahora su pecho recupera la respiración. A ella le vuelve a latir el corazón.
Saben desde este instante que tienen una vida por delante juntos, sea hasta la senectud, sea hasta la siguiente réplica.
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* Fuente de la Imagen https://www.diariofemenino.com/salud/ejercicios/9-posturas-de-yoga-en-pareja-como-hacerlas-y-que-beneficios-tienen/
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