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Era una bellísima y sensual jovencita de moral distraída de modo que se dejaba ver por su tío abuelo un octogenario y libidinoso fisgón.
Fue así como al bañarse dejando abierta la puerta recibió el esperado ataque del decrépito galán que resistió enhiesto un par de horas muriendo al tercer orgasmo entre las piernas de la fémina.
Hubo investigaciones que nada pudieron probar.
Heredó medio millón de euros. Su amante apareció meses al cabo.
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