CONFESIONES

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¿Qué hace que un matrimonio se mantenga unido y feliz? ¿Son los valores morales establecidos por la mayoría de la sociedad la clave del éxito? Ester, se tuvo que plantear esta cuestión en el mejor momento de su vida, y por un asunto jamás imaginado.

Ester tiene treinta y cuatro años de edad. Trabaja de auxiliar administrativo en unas oficinas. Es una mujer coqueta, que cuida su imagen haciendo ejercicio y vistiendo buena ropa. Sigue enamorada de su marido, como el primer día. Ester, se considera una mujer realizada y satisfecha de la vida. Elmer, tiene treinta y seis años de edad. Es diseñador gráfico en una empresa de publicidad. Y al igual que Ester, su mujer, se considera un hombre afortunado. El único inconveniente, que no tienen hijos debido a que Ester es estéril. A pesar del inconveniente, el matrimonio a encajado perfectamente esa circunstancia uniéndose mas entre sí. Aparentemente nada ni nadie podría estropear tan bonita relación.

Pero, una noche, Ester, mientras hace el amor con su marido, se preocupa profundamente. Desde hace un mes aproximadamente, cada vez que practican sexo, Elmer, le cuenta a Ester, escenas de sexo porno para que ella se excite. Al principio, eran escenas divertidas, y excitantes. Hombres con exagerados y largos penes en situaciones chistosas. A Ester, le producía risas, y hacía que el sexo fuera variado y picante. Pero a medida que pasaban los días, cada vez que lo hacían, Ester, ocupaba el papel protagonista de las escenas contadas por Elmer. Al punto, de que ahora era penetrada por tres hombres y disfrutando como una loca. Estas escenas a Ester, ya no le gustaban. Así, que esa noche no dejó que Elmer terminara la faena. Sin decir una palabra, se retiró de debajo de él y se dio media vuelta.

Elmer, comprendió enseguida que había ido muy lejos en su imaginación.

-Lo siento, perdóname, me he excedido- la dijo mientras la acariciaba el hombro.

Ester, no dijo nada, con un silencio acusador le mostró con claridad su parecer. Elmer, se sentía fatal. Completamente desnudo sobre la cama no sabía como reaccionar. Por nada en el mundo querría hacerle daño a su mujer. Después de una hora, ninguno de los dos podían conciliar el sueño. Ester se dio media vuelta y le dijo...

-¿Tu me quieres?

Elmer, algo contrariado, puso su mano sobre el rostro de Ester entrelazando los dedos con sus cabellos y la respondió...

-Sí, claro que te quiero, ¿por qué me preguntas eso? Sabes que te quiero de verdad. Sé que me he pasado, y de veras que lo siento, no volverá a ocurrir.

Ester se incorporó para sentarse. Colocó la almohada a modo de cojín para apoyar la espalda en el cabecero de la cama, dobló las rodillas agarrándolas con sus brazos, y con rostro pensativo le preguntó...

-Elmer, ¿tu me engañas con otras mujeres?

Elmer se incorporó para sentarse como su mujer. Comprendía que era necesaria una conversación que disipara las dudas de Ester. Había metido la pata hasta el fondo y era necesario restablecer la confianza de la que habían disfrutado hasta entonces. Dejó soltar un ligero suspiro y respondió...

-No, no cariño, yo no he estado con ninguna otra mujer- la agarró de la mano y prosiguió -sabes de sobra que todo el tiempo te lo dedico a ti, todo lo que tenemos que hacer lo hacemos juntos. Sabes que no voy a ninguna parte si tu no vienes conmigo.

-Lo sé- dijo Ester, le dio un tierno beso en los labios y prosiguió -yo se que tu me quieres, pero estoy muy preocupada, no puedo dejar de pensar en las cosas que me dices cuando lo hacemos. No es que no me guste, al principio estaba bien, pero después...¿a ti te parece bien que yo folle con otros hombres?- Pausó un momento sin esperar que su marido dijera nada y continuó -además, cuando me imaginas con varios hombres practicando de todo, te escitas como nunca antes te había visto. Y no se por qué, pero tú, nunca estas en tus imaginaciones. Yo te quiero a ti, no a otros hombres. Dime la verdad, de corazón- Ester pausó un instante y le preguntó mirándole a los ojos

-¿Te gustaría verme practicando sexo con otros hombres?.

Elmer se dio cuenta de que tenía la batalla perdida, ninguna respuesta podría justificar todo aquello. “¿Que puedo decir? ¿Que sí? No puedo decirle eso”, razonó para si y la dijo...

-No, no me gustaría verte con otros. Yo solo quería verte feliz y excitada, pero se me fue la mano.

A Ester no le convenció la respuesta, su sexto sentido le decía lo contrario. Pero una cosa sí tenía clara, que Elmer no mentía cuando la decía que la quería. No quería tirar por tierra todo lo bueno vivido tan solo por un hecho puntual, que aunque incomprensible para ella, al fin y al cabo, sería pasajero.

-Sera mejor que durmamos, sino, mañana no podré con mi alma- dijo Ester, y prosiguió -no me has convencido mucho, pero ¿me prometes que no vas a volver hacerlo?

-Te lo prometo, no volverá a suceder- respondió Elmer

Ambos se acostaron para descansar, pero Elmer no podía dejar de pensar en lo que le acababa de decir su mujer, “no la había convencido”. Ahora se sentía inquieto y molesto con su conciencia. Nunca había tenido problemas con Ester de este tipo, pero se abrió la caja de los secretos y no pudo evitar que su mujer viera alguno de ellos. Si había un momento para hacer una confesión, este era el momento. Pero ¿cómo decírselo sin hacerla daño? No paraba de darle vueltas al asunto. Al fin, llegó a la conclusión de que sería mejor sufrir temporalmente la confesión a tener que soportar la mirada de desconfianza y sospecha de su esposa.

-Tengo que decirte algo- dijo Elmer con acento preocupado

Continuará


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