Fernando atendía a esta clienta desde hace meses. Mientras caminaba pensó en su figura curvilínea, desde la primera cita lo había desconcentrado por completo, tocarla, a pesar de los fines terapéuticos que tenía, lo excitaba tanto que terminando cada sesión se masturbaba para poder seguir trabajando. Le gustaba su piel, la forma redonda de su cadera, disfrutaba subir lentamente por su cintura y masajear cerca de su pecho… “desearía tener su pezón en mi boca” pensó segundos antes de tocar la puerta.
- Adelante… - se escuchó desde adentro.
La imagen frente a él no era lo que esperaba encontrar esa tarde en el trabajo. Lo recibía sobre la cama de masaje con las piernas abiertas, en bragas, con los pechos embarrados de chocolate y el cabello suelto.
- Buenas… Buenas tardes… – con una sonrisa juguetona y caliente – Será una sesión especial, esta vez me toca a mí hacerte sentir bien
- No puedo hacer esto – trató de desviar la mirada, pero no pudo evitar notar el chocolate chorreando por sus pechos. - No tienes que hacer nada, si quieres solo puedes ver… -
Bajó su mano derecha hasta su ropa interior, echó la cabeza hacia atrás arqueando la espalda, sus dedos comenzaron a presionar su clítoris sobre su ropa interior, ese botón empezó a encender todo su cuerpo; él permanecía inmóvil algo impresionado por lo que estaba pasando.
Presionaba con más fuerza mientras subía y bajaba su pelvis para rozar sus dedos, su ropa interior empezaba a mojarse, mordía su labio para contener los sonidos de excitación.
Permanecía hipnotizado y su cuerpo ya reaccionaba ante el estímulo de ver a su paciente más sexy tocándose, sintió como su pene se ponía duro y empezaba a luchar contra su pantalón para liberarse, su fantasía se estaba haciendo realidad, quería permanecer profesional, pero le era imposible.
Ella tenía los senos al aire llenos de un tentador chocolate que invitaba a ser probado. Con afán de convencerlo le habló:
- Pruébame… quiero que me comas toda – mordió su labio y estiró su mano atrayendo al muchacho – cómeme mientras me toco para ti.
En pocos segundos sus bragas eran una prenda más en el piso, sus dedos volvieron a jugar con sus labios vaginales, todo estaba húmedo y resbalaban con facilidad, estaba más que encendida, su vulva ardía por sentirlo dentro. Deseaba sentirlo dentro de ella, así que se introdujo dos dedos mientras miraba el miembro erecto de su terapeuta, había manchas en su pantalón delatando lo caliente que también estaba, ansiaba sentir ese pene grande y duro entre sus piernas.
De nada le servía seguir dudando, se quitó el uniforme y permaneció de pie desnudo. Ella volvió a extender una mano para atraerlo y está vez tuvo éxito, lo acercó hasta donde estaban sus pechos y apretó su pezón firme cubierto de chocolate.
- Cómetelo… - ordenó.
Fernando revisó que la puerta estuviera bien cerrada y prosiguió a devorarse ese tierno pedazo de carne, llevó su boca justo al pezón, apenas sus labios tocaron la piel chocolatosa sintió que se estremecía, sentía un hormigueo por querer apretar esos pechos, derretirlos con sus manos. Empezó a masajearlos mientras pasaba su lengua limpiando todo el chocolate, un pezón rosado apareció bajo ese dulce succionar y eso lo enloqueció aún más.
Ella no se detenía y mientras él devoraba sus pechos, aprovechó para empezar a masturbarlo mientras continuaba tocándose con la otra mano, sus jugos fluían y la cama de masajes ya estaba chorreada de su esencia, volvió a meter uno, dos, tres dedos y estaba que se venía, empezó a subir y bajar la mano en el pene con el mismo ritmo con que se introducía los dedos, suavemente lo llenaba de su humedad, embarraba todo el glande, que brillaba jugoso también gracias a sus propios fluidos, metía sus dedos de nuevo y volvía a barnizarlo con ese líquido tibio que brotaba de ella.
El pene hinchado, duro como una roca, palpitaba a la par del corazón de su dueño; aún no terminaba de saciarse cuando la escuchó gemir con más fuerza, se enderezó para verla estremecerse y sintió la mano mojada de ella sobre su miembro, se había venido y ahora parecía deseosa de más. Esta vez quería ser partícipe, enredó los dedos entre su cabello mientras la besaba. Era tiempo de ponerse creativo y aprovechar el momento:
- Te quiero chupar toda, date la vuelta, déjame limpiar ese chocolate entre tus muslos.
Ella muy obediente se acomodó de perrito y separó sus piernas, paró el culo y dejó fácil acceso a todo. Comenzó por subir su lengua lentamente por la parte trasera de los muslos, era un sabor dulce y salado, la mezcla de aquel orgasmo y el chocolate parecían combinar a la perfección, era un manjar exclusivo para él. Colocó sus manos sobre las nalgas y las amasó con suavidad, resbaló sus dedos hacia la entrada de la vagina, con maestría separó los labios y comenzó a darle sexo oral. Su lengua se hundía en ese cálido orificio y cuando detectaba el botón de pánico lo lamía con suavidad, después presionaba su rostro contra ella para poder succionarlo mejor, eso la volvía loca, la respiración se le entrecortaba, gimiendo como si no hubiera un mañana apretaba las orillas de la cama con sus uñas para resistir el orgasmo, no sabía qué hacer con tanto placer, estaba por venirse de nuevo, estaba por explotar.
Presintió que estaba por venirse y la penetró, de un solo jalón y sin previo aviso, al instante fluyó cómo río sobre él. Apenas se recuperaba cuando ya la había tomado con firmeza del culo, le apretaba cada nalga para hacerla ir y venir con ritmo constante, estaba muy caliente, escuchaba los quejidos de placer y le excitaba verla con el cabello revuelto. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, el golpeteo de las nalgas contra su pelvis resonaba en la habitación, siguió embistiéndola con más fuerza y más rápido, la presionó contra él para sentirla lo más profundo posible, caliente y mojada:
- Ven acá - se salió de ella y la volteó de frente, la cargo hasta topar con la pared y volvió a penetrarla.
Levantó sus brazos contra la pared y llevó su boca directo al pecho que rebotaba frente a su cara, apretó el pezón entre sus dientes y al instante ella se retorció de placer:
- Me voy a venir - el calor punzante subía desde sus pies hasta sus testículos. Espera – bajó rápidamente y de rodillas comenzó a mamársela completa.
Tenía la cabeza del pene en su campanilla, su boca chorreaba saliva, jugos vaginales y seminales que brotaban calientes y se volvían un lubricante perfecto. Ella succionó la punta, paseo su lengua por todo el tronco, desde abajo, jugando un poco con sus testículos y subiendo hasta el glande.
Lo tenía adentro de su boca completamente cuando sintió los músculos tensarse, puso sus manos en la nuca de ella y controlo la última succión, en ese momento estalló en su boca liberando todo, su leche tibia seguía brotando cuando la alarma del reloj comenzó a sonar, la sesión había terminado.
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