La chica de la curva

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Tuvo que entretenerse demasiado tiempo en la escuela con un problema de sus estudiantes y emprendió el viaje de regreso a su domicilio cuando ya había caído la negrura de la noche. Vivía con su marido y su hijo adolescente a la distancia de 60 kilómetros, trayecto que repetía todos los días de lunes a viernes. Preocupada como se sentía por la tardanza del regreso y tras comprobar que se le había apagado el móvil por falta de batería y se marcaba la reserva en el depósito de gasolina, se equivocó de desvío y se metió por una carretera secundaria que no conocía.  Los relámpagos que teñían de un gris espectral la carretera no le servían para orientarse. Al cabo de una media hora de lenta circulación, vislumbró en una recta una figura humana que parecía hacer auto stop. Empezaba a llover gruesas gotas frías. Detuvo el coche a su altura y abrió la puerta del copiloto. Era una joven con mochila. " ¿Puede llevarme?", preguntó. "Claro que sí, ¿pero a dónde te diriges?", le preguntó. "A cualquier lugar con gente y edificios", respondió. "Sube", le invitó. La joven dejó la mochila en el asiento trasero y ocupó el asiento al lado de la conductora. Puso el coche en marcha sin saber hacia dónde lo dirigía. "Te aviso de que me he perdido, pero supongo que llegaremos pronto a un lugar civilizado", le anunció. "Me sirve cualquier lugar, soy mochilera y voy a la aventura", le dijo la joven. Unos minutos después, cuando ya llovía intensamente y apenas se veía la carretera, la chica le dijo que tuviese cuidado con la curva que venía. "¿Conoces esta carretera?" , le preguntó la profesora. La joven no contestó. La curva muy cerrada apareció de repente y la conductora se vio apurada para salvarla. "Tenías razón, es una curva peligrosa"·, reconoció. "¿Cómo te llamas y qué hacías por aquí? Yo me llamo Virginia y soy profesora, vengo del pueblo en donde imparto clases y me dirijo, o eso pretendo, a mi casa". "Yo me llamo Dora".

"Tengo 45 años, ¿cuántos años tienes tú? eres muy joven para viajar en estas condiciones". "dieciocho años, suficientes", contestó.

La lluvia caía con tanta furia que no se veía a través del parabrisas. "No podemos continuar viaje en estas condiciones", comentó la profesora deteniendo el coche fuera de la carretera, en un descampado. "No me atrevo a seguir conduciendo, lo malo es que hace mucho frío y no podemos comunicarnos con nadie si no llevas un teléfono que funcione". La chica le dijo que no tenía móvil. "·Podemos tumbarnos en el asiento de atrás, darnos calor mutuamente y tratar de dormir un poco", sugirió la chica.

La profesora lo pensó un minuto y luego convino en que era una buena idea pues no llevaba ropa de abrigo ni disponía de manta en el coche. No dejaban de sonar los truenos y de llover copiosamente. Como pudieron se acomodaron en el asiento de atrás y se abrazaron. "Menos mal que es un coche grande", comentó Virginia.

"¿Qué edad tienen tus alumnos?", le preguntó la chica. "Catorce, quince", contestó la profesora.  "¿Has tenido alguna vez la fantasía de que te follaran algunos de ellos?" Virginia se sintió turbada ante pregunta tan íntima, el abrazo estrecho con la chica y su aliento cálido junto a su cara. "Esa pregunta no es oportuna", le comentó. "¿Has tenido alguna experiencia sexual con otra mujer?", siguió preguntando. "¿Qué clase de preguntas son éstas?". Se estableció un silencio espeso entre las dos y Dora se pegó más al cuerpo de Virginia. "¿Te gustaría que hiciésemos unas cuantas cochinadas? Desnudas nos calentaríamos más", le propuso. "No, gracias", replicó la profesora, pero Dora notó que se juntaba más a ella. Empezó a acariciarle la espalda, luego por debajo. Virginia se dejaba, empezaba a sentir que le gustaba. Poco a poco se desnudaron una a la otra y ya sin ropa se besaron en la boca, por todo el cuerpo en múltiples posturas. Dora se empeñó en chuparle la vagina y la profesora se dejó, experimentando un gran placer. Luego le correspondió a la joven, ella le pidió que le chupara las axilas y que le metiera la lengua en su culo. "Ahora sí me imagino en la cama con dos alumnos, pero mayores de edad, de dieciocho años. Estoy desnuda, a cuatro patas, en la cama, uno me mete su polla desde atrás y al otro se la chupo, es muy grande y me llena toda la boca. El de atrás me golpea las nalgas con sus huevos y al de delante se los acaricio mientras se la chupo", dijo la profesora. "Me gusta tu fantasía", opinó Dora. Los cristales del coche se empañaron por el calor que salía de sus cuerpos en contraste con el frío exterior. Después de una buena hora de arrumacos, la chica dijo que tenía ganas de orinar y sin ponerse una sola prenda salió del coche para perderse en la oscuridad de la noche. Ya no relampagueaba pero llovía con fuerza. Virginia sintió frío y empezó a vestirse con dificultad por la estrechura del coche. "Esa chica va a coger un pasmo", comentó en voz alta. Pero la chica no apareció ni esa noche ni cuando se hizo de día con un sol espléndido. Salió con intención de buscarla, pero ante ella se extendía un terreno llano, inmenso y embarrado. Abrió su mochila en busca de algún dato de identificación, descubriendo que la mochila estaba vacía. Metió en ella la ropa de la chica que había dejado en el asiento de atrás pensando que la depositaría en un contenedor. Al cabo de una hora decidió reemprender el viaje con la confianza de encontrar pronto la dirección correcta a su domicilio. Pasó la lengua por sus labios, aún sentía el sabor de las partes íntimas de la chica.  "Nunca contaré esto a nadie", decidió. 


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