¡Reencarné en un elfo! Cap. 10

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Capítulo 10. La solitaria Lahaina.

 

Más allá del orfanato, mientras el bebé elfo brillaba misteriosamente en su cuna, todo tipo de cosas estaban sucediendo, mires donde mires, algo estará intentando vivir. Aún más allá del gran bosque élfico, de las tierras demoníacas, de las islas humanas, de los volcanes dracónicos y más, más allá del cielo, un planeta verde y violeta orbitaba con sus lunas a una pequeña estrella marrón. 

 

Lahaina.

 

De lejos podía verse realmente pequeña, tan diminuta y oscura que los dioses tenían varios problemas para poder enfocar la lente de su telescopio celestial. La imagen borrosa estaba a punto de ser proyectada en un salón algo estrecho, pero finamente decorado, donde ocho dioses menores discutían entre ellos por diversos temas, sin conexión alguna entre ellos.

 

“Por ello, lo vuelvo a repetir, los perros-lechuga son los seres más inteligentes del universo, no hay duda que sus avances en los saltos cuánticos los hizo los primeros entes que…”

 

“... entonces le dije, *No te metas con mi mamá* pero yo no tengo mamá y lloré, luego él lloró y me abrazó diciéndome *Hijo, yo soy ahora tu mamá* lo que me hizo aún más triste y…”

 

“¿Está temblando? ¿Grado 4 o 6? ¿No se ha detenido? ¿Estamos lejos del mar? ¿Por qué no me responden? ¿Me están igno… ES UN TERREMOTO? ¿Esta casa tiene los cimientos firmes? ¿Cuántos terremotos ha soportado desde…”

 

BANG * BANG *

 

Dos explosiones hicieron caer un trozo de techo al medio del salón golpeando a los tres dioses menores más ruidosos. Una rana de pie sobre una mesa y cubierta con una larga capa llamó la atención de todos. En sus manos portaba dos pistolas de pequeño calibre que botaban humo tras haber sido disparadas, al mismo tiempo inflaba su saco vocal como advertencia. 

 

“Insectos nauseabundos, sus malditas conversaciones no le interesan a nadie. Tienen el descaro de armar este bullicio justo después de descalibrar el telescopio celestial, Bleeeeeeep. ¿Acaso entienden lo cortas que son las vidas mortales? Para cuando esté reparado ese bebé bien podría ser un héroe aclamado con un harem de todas las razas y colores. Bleeeeeeep.” Con cada frase que lanzaba, su lengua golpeaba la mesa a sus pies, enfatizando su enojo. Volvió a apuntar sus armas, pero esta vez a los que fueron golpeados por el trozo de techo. Mientras se sacudían los escombros de la ropa, tenían una mirada entre miedo y asco al ver la rana que les sacaba en cara sus errores.

 

“Saben muy bien que no los puedo matar, Bleeeeeeep, pero hay mil cosas peores que la muerte conmigo… o mejores, depende del punto de vista o su capacidad de FLE-XI-BI-LI-DAD.” Esto último fue dicho con una sonrisa pícara y con un poco de baba salpicada desde la lengua. Una sensación de electricidad recorrió la espalda de todos los presentes, decidiendo que por ningún motivo le llevarían la contra a la rana pervertida.

 

“Ya es suficiente castigo con eso Poloka… G-Gracias por calmar el ambiente, ya casi termino de enfocar el telescopio, ¿Podrías po-por favor guardar esas pistolas?” Un ser con cuerpo de pato, pero con un solo ojo y vestido de smoking negro, conocido como Grartuack, intentaba calmar la situación antes que las cosas se pusieran feas y… húmedas. Aguantando sus escalofríos mostró la sonrisa más amable que ha practicado. 

 

“Ha…. Ha…. Ha….” Poloka respiraba de una manera extraña y desagradable. “Grartuack, con esa sonrisa no me culpes de no poder guardar estos tres metros de suave lengua… Bleeeeeeep.” Los demás dioses intentaron eliminar del todo sus presencias, cualquier rastro de calor, movimiento, olor, ruido, maná, espíritu, emociones, todo, todo lo que pudiera ponerles como centro de atención de la rana encapuchada.

 

“En cuanto a ti… los perros-lechuga no son los seres más inteligentes del universo, de ser así habrían eliminado el canibalismo de sus principios morales en algún momento de la evolución, Bleeeeeeep. Mientras que tú, eres un dios menor, sí, tuviste mamá cuando naciste mortal y fuiste elegido para ocupar tu actual lugar, todo ese llanto es totalmente excitante… Bleeeeeeep. Y por último tú… ¿Eres el dios de la idiotez? Bleeeeeeep. ¿Cómo podría haber un temblor en un palacio divino dentro de un asteroide? ¿Cómo incluso podría haber mar? Bleeeeeeep.” Poloka terminó de salpicar baba a todos los que trataban de ignorarla, luego guardó sus armas, su lengua y volvió a tomar asiento para observar la pantalla del telescopio desde la primera fila. 

 

Un suspiro ahogado de alivio casi rompió el silencio.

 

Tras asegurarse que ya estaban todos en calma, el pato-cíclope sacudió su smoking y miró su reloj con atención. Tras unos segundos, miró al telescopio y lo encendió con su energía divina. Un video fue tomando forma hasta convertirse en una nítida transmisión del orfanato élfico donde el bebé reencarnado vivía. El zoom de la imagen fue aumentando hasta atravesar las paredes y enfocar dentro de la habitación misma. 

 

Lo que vieron los dejó en shock completamente.

 

Un niño, de unos 5 años de edad dormía plácidamente en una cama que era demasiado pequeña para él, dejando sus extremidades colgando, la cabeza incluida. El sentido divino de la premonición se activó en siete de los ocho dioses presentes, una calamidad. Cuando se dieron cuenta de lo que vendría, activaron sus escudos de aura al máximo límite posible. Un ser que no querían enfurecer estaba girando su cabeza lentamente… solo la cabeza pues el cuerpo se mantenía espeluznantemente rígido en su lugar.

 

“Cinco… cinco malditos años nos costó su maldito error… pero no se preocupen, les enseñaré durante un mes a convertir el dolor mortal en… PLA-CEEEER.” La lengua de Poloka, que tenía vida propia, fue arrastrándose en el suelo, deslizándose suavemente por su propio rastro de baba. A centímetros de llegar hasta sus víctimas, alguien se atrevió a protestar.

 

“Po-Poloka, perdón interrumpir tu momento íntimo, pero antes que tomes alguna conclusión apresurada, deberías ver el video completo. Mira aquí, esto fue lo que sucedió con el espíritu reencarnado mientras reparaba el telescopio.” Grartuack sudaba frío en su espalda, pero sabía que podría manejar este tipo de situaciones peligrosas. Retrocediendo el video unas cuatro horas atrás, vieron el bebé elfo que ya conocían durmiendo en paz.

 

Tras un largo minuto, y cuando la paciencia de todos estaba a punto de perderse, el bebé comenzó a brillar por todo su cuerpo como si fuera una pequeña estrella. La sala quedó eclipsada por la luz que lo bañó todo, pero ningún dios dejó de mirar el video ni siquiera sintieron necesidad de pestañear. Podían ver cómo cada célula se dividía a sí misma, multiplicándose en coordinación absoluta. Tras unos diez segundos la luz se fue y el bebé elfo se había convertido en un niño elfo.

 

“Esto lo cambiará todo.” Una dulce voz susurrada quedó en el aire, todos se dieron vuelta para ver, al final de la sala, allí estaba el único dios menor que no había dicho algo en mucho tiempo, más del que todos recordaban. Casi todo su cuerpo parecía un enorme rostro de piedra flotando en un vapor místico. Por varios segundos se quedaron mirando al dios, pero este no mostró ninguna expresión, pestañeo ni susurro alguno, como si estuviera totalmente petrificado.

 

“¿Algo más que agregar? Señor …Ako… Ahi… ¡Akivi!” Grartuack miró con su único ojo al inexpresivo dios cara-de-piedra. Esperando obtener alguna idea que pueda ser de ayuda en los planes que tenían para el futuro. Escuchar hablar a Akivi era un suceso que ocurría cada dos o tres big-bang del universo. Sin embargo, por mucho que le mostró la expresión más respetuosa que pudo practicar, no tuvo respuesta. Por ahora se rendiría, solo por ahora.

 

“Bueno, gracias por su amable y valiosa opinión. Es cierto que esto cambiará todo, en pocas horas o días el cuerpo del ser reencarnado creció cinco años de desarrollo. Lo cual significa que, considerando el tiempo que viven los elfos más longevos, unos mil años, a este ritmo de crecimiento su vida será de unos…” Grartuack miró su reloj e hizo cálculos rápidos. Volvió a mirar su reloj, contando los segundos y llegó al resultado. 

 

“...treinta años.”

 

Los dioses estuvieron a punto de volverse locos, pero la sed de malicia de Poloka evitó cualquier arrebato. El cálculo que restaba era sencillo para todos. Si dividían el tiempo de vida en partes iguales, solo habría unos seis meses para cada uno. Seis meses comparados con los quince años que habían calculado originalmente, era una diferencia que generaría guerra y caos en los planos divinos. El pato-cíclope arregló su smoking negro y sacó un cigarro largo. Se sentó al frente de la pantalla, mirando a los otros siete dioses menores. Contó unos segundos antes de botar el humo y hablar.

 

“Ya se imaginan lo que esto significa. Los detalles de la competencia por el alma reencarnada no fueron decididos todavía, por lo que en este vacío legal es donde más caos habrá. El actual dios guardián es Puawi, el dios mayor del hambre y el apetito. De todos nosotros es quien más ansiaba alimentarse de esta alma especial, por eso nos ganó a pesar que teníamos calculado el momento exacto del vínculo divino. En quince años Puawi perderá el control del elfo y volveremos a ser invocados para acaparar sus últimos quince años de vida.” Grartuack volvió a aspirar de su cigarro, guardando total compostura.

 

“Al inicio, Bleeeeeeep, cuando supimos que el parto fue adelantado por intervención divina, reajustamos todas nuestras estimaciones para considerarlo en el plan de acaparamiento para los primeros años. Si uno de nosotros hubiera sido más rápido que Puawi, la cantidad de alimento sería tan grande que podríamos repartirlos entre todos los involucrados, todos los dioses menores, Bleeeeeeep... Ah… Ah… Bleeeeeeep” Poloka explicaba la situación a los dioses que no fueron parte de la fundación de esta secreta agrupación. Ahora solo eran ocho dioses, pero tenía la visión de los treinta y tres dioses menores unidos… al tener ese pensamiento, no pudo evitar imaginar a todos esos dioses unidos <íntimamente>. Cuando la baba comenzó a derramarse de su gran boca, la atmósfera tensa creada con tanto cuidado por Grartuack fue derrumbada.

 

Cada dios quitó su vista de tal horrible espectáculo, menos Akivi, que mantenía su rostro petrificado sin pestañear. En los pensamientos de todos, estaban las posibilidades futuras, pero cada una inevitablemente conducía a una cruda guerra, especialmente difícil para los dioses menores. La posibilidad de competir de manera justa por probar la deliciosa alma reencarnada se esfumó de sus mentes, y con ello el sueño de alimentarse con la energía de la mayor calidad del universo. Cada quien con sus variados sentimientos llegó a la misma conclusión: no habría oportunidad a menos que los 33 dioses menores actuaran como uno solo, como un dios mayor colectivo.

 

Algo que jamás ha sucedido antes.

 

¿Valía la pena tanto sacrificio por alimentarse de un alma premium? La respuesta era sí, cada dios, mayor o menor, crecía según cuánto alimento espiritual consumiera. Los dioses mayores eran tales porque nacieron con la creación del universo, mientras que los dioses menores solo llevaban una fracción de ese tiempo existiendo, por lo que apenas han comido lo que han encontrado. Si pudieran acceder a un acceso constante de energía de tanta calidad, podría adelantar el crecimiento de todos en unos mil millones de años.

 

“¿Así de fácil se van a rendir?” Con esa frase, el pato-cíclope apagó su cigarro sobre la mesa y se tragó la colilla. “No sé cómo han sido sus vidas divinas hasta este momento, a los dioses no nos gusta estar cerca de otros, nos hace sentir menos especiales, menos únicos. Pero si hay algo que nos une es el anhelo constante por crecer y dejar de ser unos bebés en este universo. Ya estoy harto de ser menospreciado por los dioses mayores, pisoteados como si fuéramos meras mascotas, inmortales, perfectos para dañar una y otra vez hasta saciar sus desquites.” Miró a cada uno de los presentes, luego apuntó hacia la pantalla mientras el niño elfo despertaba al fin.

 

“Hay algo que no han considerado en sus reflexiones y posibilidades de cálculo. No sabemos realmente cómo funciona el crecimiento del niño. Calculé treinta años, pero bien podría ser tres o trescientos, no podemos rendirnos solo por fallar el primer intento. Para nosotros, la posibilidad de alimentarnos de un alma reencarnada es algo con lo que ahora soñamos, pero más fuerte aún es el deseo de los dioses mayores por acaparar la máxima cantidad de alimento posible. Ellos no son tontos ni pacientes, cuando noten la alteración en el crecimiento del elfo, Puawi se verá enfrentado a otros treinta y dos dioses hambrientos, con el poder suficiente para hacerlo a un lado y forzar el vínculo divino, cambiando así al guardián.”

 

Al considerar sus posibilidades, entendieron que realmente había una oportunidad. Si todos los dioses menores actuaran como uno, serían suficientemente competentes para luchar un cupo en el próximo o los próximos cambios de vínculo divino. Los dioses menores se miraron entre sí y expresaron su decisión por ser parte del equipo. La meta, convencer a los restantes veinticinco y unificar sus fuerzas para competir en la futura guerra divina. 

 

“Bleeeeeeep, yo no he dudado ni un momento del plan, Grartuack, estoy contigo en lo que desees, en especial si lo que deseas es…”

 

“Cuenta también conmigo, reuniré un grupo de los más talentosos perros-lechuga para generar un equipo temático que luche contra los dioses y…”

 

“Yo me sumo… pero, tendré que buscar la tumba de mi madre muerta para contarle que haré algo que la defraudará… Agghh… siento un dolor en el pecho… mami… mamiiiiiiiiiiii….”

 

“Yo estaré encantado participando, me aseguraré que haya normas antisísmicas, antitsunamis, antimeteoritos, antiradiación, antidiscriminación, antimotines, anti…”

 

Grartuack miró satisfecho la escena, eran menos dioses de lo que esperaba, pero era un buen inicio. Sus posibilidades nunca fueron buenas, pero si lograban sumar todas las fuerzas, llegará el día en que él, con sus propias plumas, devolvería el golpe a todos los dioses que lo han humillado, comenzando con Hataryy, el elefante con dos trompas. Cuando cada uno terminó de dar su discurso de adhesión al plan, solo faltaba uno que dijera algo al respecto, pero fue totalmente ignorado, como si su mera presencia fuera compromiso suficiente. Cerró sus puños con fuerza y puso la expresión de más determinación que podría mostrar a los demás.

 

“Gracias a todos los que nos dieron su apoyo. Gracias Poloka por mantener el orden y gracias señor Akivi por sus sabias palabras. Hoy estamos escribiendo una nueva historia, una en que los dioses menores se cansaron de ser despreciados y lucharon juntos por sus ideales. ¡Vamos a ganarles a esos malditos dioses mayores!” Levantando su puño en el aire, Grartuack elevó los ánimos de todos los presentes, llenando de gritos y vítores por el entusiasmo.

 

“Señora.” 

 

Un susurro, que aun así se escuchaba muy fuerte, volvió a dejar a todos estupefactos. 

 

Se dieron vuelta al mismo tiempo para mirar en un rincón alejado el dios cara-de-piedra que no había cambiado su expresión. Pasaron los segundos en silencio... hasta que pudieron sobreponerse a la conmoción. Era la segunda vez que escuchaban esa voz en todos sus millones de años de divinidad, pero lo que más les impactó fue que jamás habrían imaginado que una voz extremadamente melodiosa y dulce viniera de un ser que no fuera una niña tímida y angelical.

 

Ese fue un día realmente histórico que será recordado por los siguientes millones de años. Esto no tanto por ser la primera junta oficial de los dioses menores, sino que por haberse escuchado dos veces la hermosa voz de la (ahora) diosa Akivi. Se sabe que fue Poloka quien grabó su voz en esa reunión y se encargó de compartirla por todas las galaxias, enamorada de las sensaciones que en su cuerpo le causaba.

 

Esa grabación volverá loca a millones de personas que tendrán sus propias fantasías imaginando el hermoso y casto ser del que proviene tal melodiosa voz.


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