Manuel, un hombre extraordinario.
Por Juan TOMÁS FRUTOS
Enviado el 06/12/2020, clasificado en Varios / otros
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Me dicen que Manuel ha muerto, y no me lo creo. No lo acepto. Una persona como él es intocable por la muerte. Un creador tan fantástico, una buena persona, un tipo excepcional con los suyos, con los que le rodean también. Por eso, me digan lo que me digan, no me lo creo.
Ha cristalizado personajes, ha superado los murmullos, ha ganado al silencio... Ha viajado, ha aprendido, ha sonreído a la vida y ha cumplido mil y un deseos. Ha sabido gestar una familia y crear amigos, así como conservar siempre lo más óptimo, quitándose el peso de la mochila existencial.
Todo lo que tenía de grande poseía en paralelo de buena persona. Ha sabido marcar hitos anónimos y conocidos. Su historia se ha jalonado de éxitos, pero, fundamentalmente, ha subido una escalera de amores que han dejado una profunda huella en aquellos que hemos tenido la fortuna de conocerle.
Todavía lo imagino en su volvo, recio y en años como él, enhiesto ante la ruta cotidiana. Aún recuerdo conversaciones de aromas y colores. Suele acontecer con los ingentes: se perpetúan situaciones con compañeros escritores que nos dejaron un hondo aprendizaje. Todo en él era sapiencia y buen hacer.
Además, era un tipo comprometido con su era, con su destino, con sus ideales, con su manera de entender el cosmos. Valoraba el esfuerzo. Su lema era seguir siempre adelante, como si nada malo fuera con él. Por eso no puedo pensar en su marcha. Sigue aquí, con sus enseñanzas, con sus observaciones, con sus toques puntillosos.
Manuel quería a su Región con locura. La estudió, la recorrió, la compartió, la palpó, la visualizó, la adoró, la enseñó, y la experimentó con orgullo.
Entre las cosas que nos unían, amén de un buen vino junto a los amigos, está nuestro amor por la literatura. Era un gran escritor. Por eso fue ganador, entre otros reconocimientos, del premio Libro Murciano del Año, en este caso en 2014.
Ahora, mientras niego el dolor y la pena por su marcha, sé que conseguirán en el Cielo a un gran conversador con un extraordinario espíritu culto. Aquí, en el entreacto en el que estamos, le echaremos de menos, aunque prefiero imaginar que un buen día me lo encontraré caminando por la Plaza de Santo Domingo. Y nos abrazaremos, claro.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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