Eutrapelia

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Fue en una de estas fiestas del club Eutrapelia, mientras bailaban, y aprovechando la euforia del alcohol, cuando Héctor se declaró a Marina.

La Junta directiva estaba formada por Héctor Aliaga, Juan Berbois, Raúl Hungría, Eduardo Soto, Maximilio Knopf y otros cinco más. En la mayoría de sus tertulias, eran temas recurrentes, la situación económica, política y social del país. Todos, en absoluto, coincidían en que la realidad era insostenible y hoy, como cada sábado, de primeros de octubre, estaban reunidos organizando la primera cacería y después de fijada la agenda, como era habitual, la conversación fue derivando hacia la situación económica y, posteriormente, el estado de apatía de la sociedad actual.

Levantándose enérgicamente de su asiento Maximilio Knopf , con aire casi marcial, se dirigió a sus camaradas diciendo...

—¡Amigos míos!,—dijo solemnemente—como siempre me habéis tildado de retórico y, que conste, en absoluto me molesta, pues bien sabéis que me siento cautivado por todo lo clásico, voy a hacer uso de esa facundia y, trataré, de persuadiros a propósito. Tenemos que pasar a la acción y dejarnos de tanta palabrería. Debemos empezar a poner coto a esta situación. Y, al final de mi argumentación, me gustaría saber: ¿Qué pensáis cada uno de vosotros?

Estamos asistiendo a la decadencia de nuestra época; en todos los sentidos. No debemos permanecer inactivos, impasibles, mientras desde determinados estamentos de la sociedad, no solo no impiden que esto suceda, sino que, por el contrario, con su molicie, están permitiendo que se adueñe de este país la falta de valores, el vicio y la depravación más repugnante. Nuestra juventud, dúctil y maleable en exceso, sin criterio por la falta de un modelo a seguir y con nuestra anuencia, está admitiendo el ejemplo de vida impuesto por toda esta chusma que nos asedia. Desde los medios de comunicación, amparándose en el derecho a la libertad de expresión y, sobre todo, desde la televisión, plagada de bisoños reporteros cuyos conocimientos no alcanzan a comprender que están haciendo un flaco favor dando difusión a toda esta desvergüenza. Sacando a relucir todas las bajezas del ser humano, a base de remunerar en demasía a toda esta caterva y, la falta de escrúpulos a la hora de destapar sus extravíos; están convirtiendo nuestra sociedad en una auténtica zahúrda.

En esto, se levantó de su asiento Raúl Hungría y, caminando, con parsimonia, apartando su bigote de la comisura de los labios y, dedicando una mirada de complicidad a cada uno de los presentes, comenzó diciendo:

—Llevo un tiempo dándole vueltas a este asunto y también, como supongo, os sucede a todos vosotros,estoy harto y asqueado. Y ya, que tú, querido Maxi, me brindas la ocasión. Quisiera haceros partícipes de la idea que me viene rondando de un tiempo a esta parte.

—Se trata de lo siguiente. Como nadie parece darse cuenta de la realidad que nos hostiga y todos, en general, parecen querer rehuir la situación; he pensado; me dio la idea el nombre de nuestro club, que podemos, siguiendo la idea de Aristóteles del hombre eutrapélico, organizar un juego que al tiempo que nos sirve como distracción, de nuestros tediosos trabajos, también sirva para que hagamos de moderadores entre los dos extremos viciosos, es decir, entre los políticos “liberales”, y la parte de la sociedad menos desprendida. Os propongo que formemos una hermandad, a la que incluso me he permitido bautizar como “Abadón” y, seamos nosotros, los que demos el buen giro (Eutrapelia) a nuestra comunidad. Así pues, la misión de nuestra hermandad será dar golpes de efecto, que despierten a esta sociedad de su insensibilidad y establecer un nuevo orden que permita vivir sin los sobresaltos a los que trágicamente nos estamos acostumbrando. Propongo que nosotros, aquí dentro, con miembros del club Eutrapelia, seamos los que formemos dicha hermandad y, a la mayor brevedad que nuestras obligaciones permitan, empecemos a organizarnos. Se trata de hacer saber a la sociedad, que la situación actual no puede continuar. Todos estamos hastiados de discursitos manidos, vacuos, deprofesionales magníficamente asalariados que se sirven de la política, y cuya única ambición, es protagonizar más ausencias en los debates y más portadas de prensa que sus rivales. Nuestra misión debe ser directa, clara, contundente, que no deje lugar a dudas y sacar de su modorra a esta sociedad estabulada. Debemos ser como despertadores de las conciencias adormiladas.....(continuará)


 

 


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