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Corría el presuroso verano del 88.
De la humilde Caleta partían los botes con hombres curtidos por el trabajo duro.
Apenas se divisaba tierra cuando amaneció de súbito. Dos enormes bolas de luz cortaron la oscuridad del cielo mientras otras dos esferoidales lo hacían en sentido inverso.
En tierra los veraneantes algo vieron pero no fue sino hasta el siguiente año que los pescadores sacaron habla sobre el extraño Suceso.
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