Fueron incontables las noches en que me fui a dormir con un nudo en la garganta, forzándome a no llorarte una lágrima más. Últimamente voy a la cama sintiéndome en paz, esto quiere decir que ya me acostumbré a tu ausencia. Y digo que me acostumbré porque realmente no ha dejado de doler.
Ahora entiendo tu partida, hasta yo habría querido huir de encontrarme como pareja a un ser tan inestable. Te doy la razón, te perdono por no quedarte a ver cómo podía mejorar como persona; nadie iba a obligarte a estar donde ya no estabas cómodo.
Lamento haberte hecho perder tiempo a causa de mis momentos de debilidad, nunca pensé en cuánto podía afectarte ser la única persona a la que acudía. A lo mejor una noche interrumpí tu velada familiar, un café con tus amigos, un buen momento a solas o cualquier cosa de la que disfrutaras lejos de mí. Perdón por haber sido tan egoísta como para pensar sólo en mí y en mi dolor.
Hoy te veo tan pleno, sin ojeras ni un semblante preocupado; te has liberado por completo de una responsabilidad que no te correspondía y eso me hace feliz. Mi corazón brinca de alegría cada que sé de ti y todo lo que haces, comienzas a amar la vida de nuevo y no hay nada más bello que verte tan completo.
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