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El diablo malo hacia atrocidades y nadie podía impedirlas.
El diablo bueno miraba donde convenía o bien no sé metía en líos.
Llamaron los vecinos a Juan Coronton.
Y le pegó al diablo malo que se fue llorando.
Pero a nadie le falta Dios y el diablo bueno al malo consolaba.
De modo que Juan Coronton no pudo presumir de nada.
Moralina. Nadie es más, nadie es menos.
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