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Después de dormir en su mata de repollo, Pepito llevaba un borrico al hospital la cárcel o el cementerio metido en su oreja. Así se divertía.
Un día Pepito hizo algo malo. Se metió en la oreja izquierda del mulito y lo llevo al hospicio.
Dios lo castigo y el pobre Pepito se volvió loco en la casa de orates.
Moralina. Ni tengas a Dios por bueno tampoco.
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