<<LA VECINA>>
Los linderos que separan los patios de las casas en los pueblos costeños, están marcados por cercados que, en la mayoría de los casos, son más simbólicos que verdaderas divisiones. A través de las cercas y por encima de ellas, se desarrolla toda una actividad social: la comidilla del vecindario.
Había una señora que desde que amanecía Dios, hasta la prima noche, trasegaba en su patio y en su cocina tirando los trastos con violencia, gritaba e insultaba a sus hijos, cantaleteaba al marido con una sinfonía de retahílas, tachonadas con una que otra palabrota, muchas de ellas incomprensibles para los niños.
Pero, no siempre era así, había días (uno o dos a la semana), en los que su ánimo parecía endulzarse de tal manera, que antes de que los gallos terminaran su canto de las cinco, ella despertaba a la mañana con su risa de escándalo y su voz potente, pero desafinada; cantando un repertorio donde predominaban las rancheras de Antonio Aguilar y de Miguel Aceves Mejía.
Los niños nunca entendieron, ni les importaba el porqué de los cambios de humor y de comportamiento de aquella dama. A pesar de las murmuraciones y de las numerosas pistas que tenían frente a sus ojos, siempre creyeron que “eran cosas de gente grande”.
Pero, parecía que el viejo José, sí sabía “por dónde le entraba el agua al coco”, porque en los días malos, no se atrevía ni siquiera a saludarla, para evitar que la señora le diera una paliza de lengua; en cambio, en los otros, cuando amanecía alegre, ella solícita, lo llamaba y le pasaba por encima de la cerca de caña brava, un pocillo de café tinto caliente, y él entonces aprovechaba para preguntarle malicioso.
—¡Ajá niña Justa! ¿Qué fue lo que te hizo tu marido anoche, que amaneciste tan contenta?
—Nada Jose, nada —contestaba la mujer entre risas y con picardía.
Mientras tanto, el causante de aquella alegría, haciéndose el de la oreja mocha; se paseaba por su patio con aire romántico, mirando al cielo y siguiendo la imaginaria estela del lucero de la mañana que se perdía en el horizonte.
GLOSARIO
Amanecía Dios: Amanecer.
Caña brava: Planta herbácea cuyos tallos son usados en cercados y en artesanías.
Dar una paliza de lengua: Insultar.
El de la oreja mocha: Hacerse el desentendido, que el asunto no es con uno.
El lucero de la mañana: «Lucero del alba» o «lucero vespertino». Se trata del planeta Venus. Dependiendo de su posición con respecto al Sol, se puede ver indistintamente al amanecer o al atardecer.
La prima noche: La primera o primeras horas después de la puesta del sol.
Trastos: Muebles, utensilios de una casa.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales