Inés pidió un día libre en su trabajo y un miércoles, casi amaneciendo, condujo su pequeño utilitario rojo hasta las montañas donde pasaría la jornada. Iba a lo que ella llamaba «mi psiquiatra». Estar entre rocas y árboles era lo que más le ayudaba a pensar.
Lo conoció en Tenerife. Ella apenas 17 años, él pasados los 43.Un local de moda, unas copas de más, la playa bajo las estrellas…Fue una semana de pasión tras la que él volvió a su trabajo en Madrid mientras que Inés permaneció en la isla unos días más. No fue hasta pasados dos meses cuando ella se enteró: estaba esperando un hijo. La vergüenza y el miedo al escándalo hicieron que su familia acabara dando en adopción a la criatura. Sus padres contaron que Inés había pasado unos meses en Londres perfeccionando su inglés.
Habían transcurrido 5 años de aquello y su vida era ahora muy estable. Tenía un buen trabajo en un laboratorio, tocaba la viola en un grupo de aficionados y vivía desde hacía 2 años con David al que quería de verdad.
En una cena romántica decidieron contraer matrimonio. Concretaron una cita para reunir a los respectivos padres para conocerse. Ella casi se desvaneció cuando lo vió. El padre de David era también el padre de su propio hijo dado en adopción 5 años antes. El no la reconoció. Inés aguantó como pudo la velada sin revelar la situación.
A los pocos días, preparó sus botas, ropa de abrigo y comida para el día. Llevo su coche rojo hasta el aparcamiento desde donde empezaban muchas excursiones a la sierra. Allí, por fin, lo decidió.
Sabía lo que iba a hacer
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