Días de luz interminables tras frías noches apagadas.
Salir del agujero para adentrarnos en el océano.
Sumergirnos y acariciar la vida que fuera nos faltaba.
Movernos como peces en el agua, entre manta espumada y arena dorada para olvidar, sobre todo olvidar.
Sonreír al ver los reflejos del sol iluminando nuestras perdidas miradas.
Todo se paraba, tú y yo a solas y la imaginación liberada. Éramos quiénes queríamos ser mientras el tiempo nos dejara.
Se fueron las coloridas tardes para volver a las oscuras mañanas, invadiendo de pena la alegría que el mar nos guardaba.
Nos hundimos pero sin ahogarnos, solo naufragábamos y regresábamos a casa, al punto de partida y vuelta a empezar.
Seguiremos siendo peces resurgiendo de las corrientes para volver a nadar en aguas claras.
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