En la boda de mis amigos. Recuerdos y reencuentro con Tamara.
Por Elzorro10
Enviado el 16/01/2021, clasificado en Amor / Románticos
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Dejé la invitación de boda sobre la mesa y me recliné en el sofá cerrando los ojos, dispuesto a viajar en el tiempo. Era como ver un cuadro, descubriendo poco a poco los detalles, dibujando rostros. Luego, poco a poco, la escena cobro vida llenándose de sonidos, risas y conversaciones.
Allí estaban mis amigos, chicos y chicas de mi país en un país extranjero, hablando en un idioma que echábamos de menos. Aquella tarde de verano, rodeados de árboles, hablando del futuro y difrutando del presente. Aquel verano que no volvería a repetirse.
¿Quién iba a pensar por aquel entonces que Luis y Carol se casarían? ¿Que habría sido de Guillermo? ¿Y dónde estaría Tamara?, aquella muchacha menuda de pelo corto y ojos castaños que quería conocer mundo. Echaba de menos aquellos tiempos, en especial a Tamara.
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Llegaba tarde a la ceremonia, así que decidí ir directamente al salón donde tendría lugar el banquete. Había muchas caras desconocidas. La mesa era larga, en forma de ele. De pronto ví a Tamara. El tiempo había pasado, alguna arruga que antes no estaba y quizás algún kilo de más que, en su caso, no sobraba.
- ¡Juan! - me saludó con alegría en cuanto me vio.
Su sonrisa, el timbre de su voz, su presencia, me pusieron inmediatamente de buen humor.
- Tamara, estás espectacular. - dije tras intercambiar dos besos en las mejillas a modo de saludo.
- Cuanto tiempo... - añadió.
- Sí. - respondí.
Nos miramos y nos echamos a reir.
- Nos sentamos aquí mismo. - dije señalando un par de sitios vacíos.
- Vale. - dijo colgando el bolso en el respaldo y tomando asiento.
Antes de sentarme me fijé en su cuello. Era hermoso.
- Guau, que guapa está Carol. - comentó mi amiga cuando entraron los recién casados.
- Sí, la verdad es que forman una pareja perfecta.
La velada transcurrió entre plato y plato, sabores que se mezclaban con vivencias, anecdotas y descripciones.
Saludamos a los novios y nos hicimos fotos justo antes de que los primeros compases del Vals inundaran con su eterna melodía el salón de bodas. Me levanté a por bebida para mi compañera de mesa y para mí. De vuelta a la mesa apoyé la mano en su espalda mientras dejaba su copa a un lado y la mía en mi sitio.
- ¿No sales a bailar? - dije.
- No, prefiero ver como otros bailan.
Bebimos.
- ¿Salimos fuera? los jardines parecen hermosos. - comenté cuando acabamos de beber.
El cálido tacto de la noche nos envolvió con su magia y su misterio. Caminamos en silencio bajo la luz de la luna y las estrellas, acompañados por el murmullo del agua de una fuente.
- Bonito parque. - dije.
- Sí. - corroboró mi amiga sentándose en un banco.
- Estaría aquí para siempre. - añadió con cierta tristeza en su voz.
Me senté a su lado y le cogí la mano haciendo como que leía el futuro en ella.
- ¿Qué ves? - me preguntó.
- Veo una larga vida llena de felicidad.
- Sabes, cuando estábamos en aquel país, aquella última tarde de verano sentí ganas de... bueno, pero no me dijiste nada.
- ¿De qué? - pregunté notando como mi corazón se aceleraba.
- De besarte. - respondió en un susurro.
Sus ojos brillaban en la semioscuridad de aquel rincón mientras las sombras dibujaban imposibles a nuestro alrededor.
- ¿Crees que aun estamos a tiempo? - le pregunté.
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