Prólogo: Otro Comienzo.
Por J-O-S-E-M-A
Enviado el 22/01/2021, clasificado en Terror / miedo
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Los últimos rayos del sol otoñal caían rasgados sobre el gris asfalto de la carretera .
Desde aquella sucia ventana vio la calle, una desolación de chatarra oxidada y basura. Con pasos lentos e irregulares se acercó a la puerta de la casa sorteando escombros y cuerpos. La mochila le presionaba la herida del hombro haciéndole apretar los dientes, pero contuvo su boca, si quedaba alguien más estaba muerto... o algo peor.
En el centro de una avenida se encontró con un atasco monumental, cientos de coches se amontonaban como una corriente de hormigas oxidadas. Muchos estaban vacíos, otros llenos de cadáveres aún con el cinturón puesto, miró el cielo, todavía estaba iluminado pero el sol había desaparecido en aquella masa de edificios se tomó un segundo, un solo segundo, estaba temblando y las lágrimas le resbalaban por sus mejillas negras de hollín. Maldita sea, odiaba matar, se odiaba a sí mismo. Pero no podía permitirse ser débil, no podía permitirse morir después de todo lo que había pasado y tras aquel único segundo de respiro continuó su camino.
Tenía unos minutos antes de la noche, antes de la perdición. Maldijo entre susurros, se ajustó las vendas y empezó a correr con esfuerzo hasta una gran plaza. El sigilo a esas alturas era estúpido, todo iba a ser inútil. atravesó el atasco con toda la agilidad que le permitían sus entumecidas extremidades. Miraba lado a lado con una angustia asfixiante, todos los edificios estaban abiertos de par en par y parcialmente derruidos, los mas grandes incluso presentaban signos de corrupción en las fachadas. Se paró a recuperar el aliento al lado de un montón de hierros oxidados y goma que en otro momento fueron bicicletas y vio que el sol no era más que un resplandor cetrino tras el ayuntamiento, empezó a escuchar ruidos distantes y emitió un resoplido de absoluto pavor. Con desesperación buscó alguna clase de refugio a su alrededor estaba justo en el inicio de la plaza del ayuntamiento , un parque rodeado de carreteras , en su momento fue el corazón de la ciudad pero ahora era un amasijo de chatarra deprimente, algunos arboles se abrían paso pero toda la zona tenía señales de incendios, no podía ver nada útil en los vehículos e ir a un edificio era aún pero idea. Estúpido, no hay refugio en una ciudad, maldito idiota porque fuiste a una ciudad. Por un segundo pensó en meterse la pistola en la boca y al menos acabar antes de que llegaran pero en aquel instante su vista se topó con un camión, la cabina estaba destrozada por un accidente con un monovolumen pero la cámara trasera estaba en perfecto estado. Asumió que sería un trasporte blindado de los que transportan el dinero de los bancos.
Esprintó escupiendo maldiciones por el dolor del hombro, tras deslizarse por el capó de un descapotable que estaba inmovilizado entre una moto y una ambulancia, se encontró con la puerta de la parte trasera del camión. Tiró de la palanca. La puerta chirrió. Tiró con todas las fuerzas que le quedaban. La puerta estaba sellada . Mierda . SI tiró contra el guardabarros de una camioneta. Golpeó la puerta y saco una bengala de la mochila. Las estrellas ya se veían en el cielo. Un sonido constante le envolvía desde todas direcciones, no había salida y ya estaban aquí. Se subió encima del capó, con su brazo herido alzó la bengala ahora encendida y con el otro sacó la pistola que llevaba en la espalda. Estaba bloqueado. No estaba preparado para morir pero lo haría luchando. "No entres dócilmente en esa buena noche" se repetía sollozando. El murmullo general aumentaba segundo a segundo. Pasos .Era de noche .Un pensamiento cayó sobre su consciencia. No, esta noche no. Gruñó con un tono más animal que humano. "Rabia, rabia contra la luz". Lanzo su mochila a un lado. Acercó la cabeza de la bengala e iluminó el camión de un rojo intenso, con la bengala como una antorcha se dirigió a la cabina. Dos cuencas vacías le devolvieron la mirada, un cadáver muerto años atrás mostraba un cráneo destrozado, con destreza arrancó el esqueleto fuera del vehículo. Buscó como un loco en sus bolsillos. Nada. Buscó en su chaqueta. Nada. Estaba a punto de gritar, pero probó a buscar en el interior de la chaqueta. Ahí , Dios ahí está. Sacó un reloj y unas llaves. Se llevó ambos. Abrió la puerta de la cámara del camión con las llaves como un sarcófago. Echó la mochila y lanzó la bengala aún encendida a un lado. Se adentro sin pensar y cerró las puertas con la pistola aún en sus manos.
En la absoluta oscuridad escuchó como los pasos llegaban al camión, lo rodeaban. Estuvo lo que pareció horas de pié con el arma apuntando a la puerta. Respiró hondo intentando calmar su respiración. Se convenció de que si pudieran sacarlo ya estaría muerto. Quizás siquiera supieran que estaba ahí, nunca había estado lo suficientemente cerca como para saber cómo de inteligentes son. Comió una barrita de cereales y bebió agua. Se tomó un par de tranquilizantes,se limpió la herida y se cambió el vendaje.
Sentado rodeado de lingotes que ya no tenían el menor valor se preguntó si aquella cámara estaría sellada, si era así quizás se quedara sin oxígeno durmiendo. Tras una pequeña reflexión decidió que prefería arriesgarse a morir asfixiado que salir. Y ahí sin más empezó a llorar en absoluto silencio. Con la bajada de la adrenalina se le vino todo lo ocurrido, fue consciente de la tensión física y mental que había aguantado y no pudo contenerse, Lloraba por nada y lloraba por todo, se sintió la persona más desgraciada. Lloró por horas sin producir un solo sonido. Cuando se repuso hizo un par de bolas de papel y se las puso en los oídos. Se recostó agotado y con la esperanza de poder conciliar el sueño sabiendo que habían miles de aquellas criaturas alrededor del camión.
(...)
Se despertó con una luz sobre los parpados, durante un instante no supo donde estaba, durante un instante no supo quien era. Aquel lugar empezó a tomar nitidez. La luz clara del mediodía atravesaba unos agujeros en la parte superior del camión fruto del oxido y la erosión. Agradeció no haberlos visto la noche anterior ya que no se hubiera podido dormir. Se incorporó y observó distraído sus botas. Las sienes le palpitaban. Estaba todavía atontado por los calmantes pero aquello había acabado, adiós a las drogas, era mejor el dolor del hombro que acabar muerto. El hombro. Con movimientos torpes, se quitó la chaqueta y retiró las vendas. La herida le dolía menos y parecía empezar a sanar, pero no le gustaba el color la piel de alrededor. Gastó medio litro de agua y el poco jabón que le quedaba para limpiarse la herida, una infección era un peligro mortal en este nuevo mundo. Respiró hondo recordando por momentos el día anterior, la ciudad, el amoníaco, el piano, los disparos, el camión ...
Aquel día había tenido una suerte increíble, bueno, la tendría si aquella cuchillada conseguía cicatrizar. Hizo inventario : provisiones para dos días, litro y medio de agua potable, media cajetilla de cigarrillos, 2 pilas de linterna enteras, una batería de radio gastada, una radio sin batería, dos paquetes de cerillas, una olla pequeña, tres mecheros, una bolsita de té, una bolsita de sal , un bote con cocaína, camiseta y pantalones de camuflaje desgastados y sucios, un saco de dormir, una linterna grande y una pequeña con dinamo, un pedernal, tela, dos cuadernos, lápices, una cartera con fotografias mal conservadas, 2 bengalas de emergencia, un chubasquero, papel de liar, dos libros tamaño bolsillo, una revista erótica, un par de mobiles apagados, un dispositivo de almacenamiento usb, una figurita de Fantasía, un paquete de cartas sin el 3 de corazones, unos dados, toallitas de higiene individuales, una esponja, calcetines y calzoncillos, un rollo de papel higienico empezado, un peine (se rió al encontrarlo al fondo del macuto de higiene y lo arrojó a un lado), un frasco con algunas aspirinas (azules) , vitaminas (amarillas )y tranquilizantes (blancas y alargadas), 7 balas de 9 ml, un cargador de fusil con 23 balas , 4 cartuchos de escopeta, su pistola con una bala en la recámara, dos navajas, un cuchillo grande de supervivencia, unos pocos caramelos y una llave.
" No me quedan antibióticos, necesito suministros " se dijo dubitativo mientras balanceaba un dedo en sus labios. Se quedó unos segundos con la mente en blanco y la vista en los agujeros del techo y bruscamente se abrochó la chaqueta, se puso la pesada mochila, colocó la pistola ahora cargada entre el cinturón y su espalda, se guardó el cuchillo grande en un bolsillo y la linterna pequeña en el otro . Respiró hondo y con determinación abrió la puerta al exterior donde se volvió a encontrar con aquel terrible mundo.
Tardó 3 horas en salir de la ciudad, se vio tentado de saquear alguna tienda e investigar un poco, pero después de lo del día anterior se convenció para salir de ahí cuanto antes, el solo hecho ver la corrupción crecer le ponía enfermo y triste.
Las nubes se congregaban poco a poco desdibujando de gris el cielo blanco hueso, por alguna razón el cielo casi nunca estaba despejado. Quizás fuese el desarrollo natural de un cambio climático que había cesado de un día a otro, sin coches, sin centrales eléctricas, sin deforestación, sin 7000 millones de personas, quizás simplemente el mundo se adaptaba a una nueva situación o ... o quizás fuera otra cosa. A veces le daba por pensar que había pasado con tantas centrales nucleares vacías de un día para otro, deberían tener protocolos de seguridad muy buenos o en su defecto el mundo sería un yermo radiactivo... A lo mejor lo era y siquiera se había dado cuenta. Sonrió pensando en que un día se levantaría con un tercer brazo y luego siguió andando, triste.
Una carretera recta y larga se fundía con el horizonte, siempre escogía carreteras secundarias, las autopistas estaban colapsadas y en algunos tramos era imposible atravesarlas, sin embargo , aunque más largas, las carreteras secundarias siempre eran de fácil transito y pocas veces atraía atención innecesaria.
A ambos lados se extendían eternos campos de cultivos, el trigo, las tomateras, el maíz ... la mayoría había sido sido sumergido en una indómita marea de malas hiervas, algunas plantas habían sobrevivido pero asilvestrándose . Algo así nos pasó a todos pensó mientras arrancaba algunas naranjas de un árbol cercano.
Un otoño duro sólo revelaba un invierno aún más duro, éste iba a ser su tercer invierno sólo por aquel mundo desolado. Se sentó al borde de la carretera contemplando el campo, verde oscuro y amarillo, iluminado por aquel cielo trémulo... tenía una belleza sombría. Sacó una pequeña cantimplora y dio un sorbo, tenía la sensación de haber estado andado una semana. La herida ya no sangraba nada y había empezado a cicatrizar, pero seguía sin tener ningún medicamento potente y eso lo ponía nervioso. Tenía algunas provisiones extra y había rellenado sus botellas con agua potable de una cafetería en la parte más exterior de la metrópolis, no obstante nunca eran suficiente y ya tenía pensado otra parada para reponer, un pueblecito a unos 20 km de la carretera que estaba atravesando. No llegaría hoy, así que debía encontrar un refugio antes del anochecer, normalmente fuera de las ciudades no había peligro de ellos, pero quizás se encontrara con humanos y después de tanto tiempo eran igual de peligrosos.
La larga caminata le trajo la distante compañía del atardecer, le sobrecogió una dulce melancolía, la inseparable soledad. Contemplando una lejana bandada de pájaros se llevó a sí mismo a una parada de servicio. Aquel espacio no era más que un gran aparcamiento y en medio un par de maquinas expendedoras y cubos de basura. Estaba desolado excepto un par de coches aparcados y una moto tumbada. Se sorprendió encontrando un refresco abollado en el fondo de una de las máquina mucho tiempo atrás saqueada, lo guardó y se dirigió a los coches. El primero, un pequeño turismo azul, antiguo y con la pintura descascarillada. Dentro no encontró más que algo de ropa y basura . Vislumbró algo parecido a un bulto con ropa de bebé en el asiento de atrás , pero apartó la mirada a tiempo y se alejó del turismo azul, había visto suficiente. El otro coche era un gran "todoterreno", de esos que beben gasolina como un irlandés la cerveza. Revisó los asientos pero no había absolutamente nada , de hecho las puertas estaban abiertas, con ayuda de una palanca reventó la cerradura del maletero y se encontró con dos garrafas repletas de gasolina y algunas piezas de repuesto. Desde luego un transporte era útil desde luego, pero ¿Para qué? No iba a ningún lugar, ya sólo vagaba.
Los motores de los coches estaban destrozados por el tiempo y el óxido, pero la moto estaba aparentemente bien, quizás si probaba un rato la arrancaría. Discutió consigo mismo unos minutos y decidió seguir caminando, no obstante no se pudo resistir a irse sin mas, así que arrastró tanto la moto como las garrafas a una zanja cercana y la cubrió con plantas . Era muy poco probable que alguien pasara por ahí, pero no era una medida de seguridad, era una promesa para sí mismo. Cuando tenga algún lugar al que ir volveré.
(...)
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