Cinco personajes en busca de cualquier cosa, menos de un autor.
Un abuelo alto, pálido, escaso en carnes y con un curioso tocado metálico en la cabeza, no cesaba de parlotear en castellano antiguo con un amigo invisible de nombre Sancho. Había leído un montón de libros de caballerías que le habían vuelto majareta.
Un italiano describía, a todo el que le prestara atención, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno calificándolo todo de «Comedia». Se extendió hablando de su novia a la que andaba buscando en semejante follón de mundos. Se lo había inventado todo, estoy convencido.
Cerca de ellos, un británico sostenía una patata en la palma de su mano recitándole algo parecido a «tubi- tubi, tuuuu». Seguro que le daba a la botella porque se creía rey de Dinamarca y decía charlar con fantasmas.
En un rincón, un atormentado estudiante ruso me daba verdadero miedo. Comentaba el frío que había soportado en Siberia y sostenía que había matado a una vieja.
No sé por qué me han ubicado entre estos pintorescos compañeros. Soy alemán, mi única peculiaridad es tener un perro que se transforma en el demonio y que se empeña en que le firme un papel a cambio de…mi alma?
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