ultimallamada

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              Una llamada de teléfono donde le dices a la que ha sido tu compañera desde que os conocisteis hace cincuenta años: “cuanto echo de menos que estés a mi lado”. Miedo a enfrentarse a lo desconocido sabiendo que por esta misma situación han pasado muchas personas que hasta ahora eran para ti personajes de una historia de la que esperabas  no participar. Sabías de ello por experiencias ajenas contadas por testigos o por poemas donde se recitan ese momento vital, pero siempre refiriéndose a ese paso sublime, sin embargo esta vez por desgracia para ti el llegar hasta ahí se ha prolongado en el tiempo. Durante días creías que todo sería pasajero, que ese tren imaginario pararía antes de la última estación. Sí, dabas por hecho que el traqueteo del viaje te dejaría mal, pero te esperanzabas  a que una vez pasarán los días mejoraría tu estado y tanto tu cuerpo como tu ánimo se volverían a recomponer. 

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            Me pregunto cómo habrás vivido el final de ese largo trayecto,  cuánta desesperación ante  lo inevitable, cuánto miedo tuviste que sentir para que realizaras esa llamada de auxilio.  Sin embargo, como suele ser su costumbre, a ti también te ha abrazado por sorpresa y quizás se ha permitido hacerte sufrir más de lo que hace habitualmente; puede que ya no tema a que alguien se le escabulla entre sus brazos, sabe que ahora más que nunca tiene ventaja y no se oculta, simplemente espera chulescamente. No soy capaz de hacerme preguntas que mi mente no alcanzaría responder. No se buscar un enfoque religioso a todo esto, tampoco justificación a lo inhumano o por qué la naturaleza no se apiada de lo que está ocurriendo. Ante esta situación, simplemente se me ocurre una palabra  y no es otra que soledad en su versión más cruel. Ni a las personas que se ha ejecutado a lo largo de la historia se le ha dejado solos, algún capellán, algún funcionario o el mismo  verdugo han estado junto al reo, pero esta vez la señora de la guadaña se está llevando dos presas: la vida y el miedo de su víctima.

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            Ya empiezan a tener cara los fríos números, ya empezamos sentir su marcha….ya empieza a doler el dolor ajeno.


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