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Su marido era insufrible, un verdadero tormento de persona al que llevaba soportando, con resignación cristiana, desde hacía cuarenta años. Nunca creyó poder escapar de él, hasta que un inesperado accidente dio un giro a su vida: “por fin sería libre”. Pero pronto se le truncó la dicha. Días después del entierro, cuando empezaba a asumir su nueva realidad, escuchó su voz. Sin duda era él, lo sentía muy próximo, invocando su nombre, diciéndola que la amaba con esa voz carrasposa que tanto odiaba, y prometiéndole que muy pronto volverían a reencontrarse. ¡No, no daba crédito!, ese hombre no conocía la piedad: “ni en el cielo podía dejarla tranquila”.
Jam Louvier, 2021
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