No hace mucho tiempo, coincidí con una hembra de muy buen ver; una monada. Me acerqué un poco más, y más. Ella me ofreció su grupa, como hacen las hembras de mi especie, cuando se les acerca un macho de su agrado. Y fue entonces cuando le dije, con un tono cálido...-Me pareces una verdadera preciosidad. Entonces ella, dando un gran salto y emitiendo unos chillidos de terror, se alejó de mi lado como si acabara de atacarla el animal más fiero de toda la jungla. Sus gritos resonaron por toda la vaguada, de tal forma, que todo el clan, con un griterío ensordecedor, acudió en su ayuda temiendo que hubiera sido víctima del ataque de un leopardo; nuestro más temido y encarnizado depredador.
Este suceso me hizo pensar en algo que ocurre entre nuestros parientes más próximos; los humanos. Al parecer, en las relaciones entre miembros y "miembras" de esta especie, se está produciendo una violencia nunca antes vista por ellos. Hasta ahora, la relación entre ambos sexos era algo idílico, delicioso, placentero, agradable. Y ahora, sin saber porqué, y a qué, obedece este comportamiento, se está produciendo una violencia inusitada de los machos hacia las hembras, de tal modo, que toda la sociedad ha decidido ponerle apellido a dicha violencia; "violencia de género". Como si el apodo la hiciera distinta. Y digo yo, desde mi rama y condición de "pan troglodytes". La violencia es violencia; sin más. Creo que mejor sería bautizar a quienes dedican su tiempo en gestar tamañas majaderías, como "individuos del género bobo" o "estúpidos en número". De todas formas la explicación para mí es simple. Por cada uno de estos alumbramientos, los insignes mequetrefes, reciben una buena ración de bananuros. Merece la pena tan grande esfuerzo.
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