Yo tengo dos espejos

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Lucio tuvo la curiosa idea de que una quimera se devorase la noche y Briski, por desgracia, no pudo escucharla. Pero sabía que los silencios de Lucio tenían más contenido que su palabra hablada y con ese ínfimo saber tenía que conformarse. Lucio bajó la vista y luego cerró sus ojos. Los párpados le temblaban levemente y Briski se quedó observando aquél ligero pestañeo. Se podría decir que sus ojos, y sólo sus ojos, tiritaban de frío. El resto de su cuerpo estaba tieso, los pies firmes sobre la alfombra, las piernas algo abiertas y un antebrazo descansando en cada muslo, dejando caer sus manos hacia abajo hasta rozar el terciopelo del diván con la parte posterior de los dedos. Los hombros algo caídos delataban la ligera curvatura de su espalda, lo mismo que los pliegues de su camisa blanca, que apenas se movían con la respiración.
_ Sino decís algo voy a empezar a pensar en mujeres desnudas._ Dijo bruscamente, abriendo de nuevo los ojos.
_ ¿Qué tienen las mujeres desnudas?
_ ¿Es una pregunta psicoanalítica o es sólo curiosidad?
_ Un poco de ambas.
_ Bueno, no sé lo que tienen… Puedo decirte lo que no tienen: ropa. Aunque suelo sentirme mucho más erotizado al observar determinadas protuberancias en el cuerpo femenino que se ocultan por debajo de  la ropa. Confieso que en ciertas ocasiones no le permití a Leticia quitarse la ropa mientras llevábamos a cabo el acto amatorio. ¿Es una perversión?
 Nicolás levantó las cejas en señal de sorpresa o desconcierto.
_ Bueno._ Atinó a contestar._ Hay muchas perversiones que se comenten con ropa y otras sin ropa. No me parece correcto patologizarte esto…_ Luego dudó un poco al observar la inexpresividad reflejada en el rostro de Lucio._ ¿Te interesa esa respuesta?
_ Me interesa casi todo.
_ De acuerdo…_ Nicolás continuó mostrándose dubitativo._ Entonces, siguiendo tus palabras, ¿por qué te lleva el silencio a pensar en mujeres desnudas?
_ ¿Te interesa una respuesta simple o una respuesta estudiada?_ Chasqueó la lengua._ Me refiero a si debo intrincarme en algún proceso subconsciente antes de responder.
_ No, no. Para eso necesitamos de cierta dialéctica. Prefiero la respuesta simple.
_ Bueno, digamos que te interesan los intrincados procesos subconscientes, pero ahora es de tu preferencia escuchar la respuesta liminal.
_ Tendrás que aclararme más tarde tu concepto de “liminal”.
_ Muy bien. Resulta que la mayor de las veces el silencio se me vuelve hastío y necesito inventar una actividad, aunque sea mental, para remover el hastío y sentirme contento. A veces esta actividad mental consiste en pensar en mujeres desnudas porque me provoca un no sé qué de satisfactorio y me lleno de alegría silenciosa. Es como comer: me relamo los labios y digo veleidades en voz baja. Así entro en una especie de ensoñación bastante gratificadora. Otras veces puedo encontrar más satisfactoria otro nivel de pensamiento: recordar canciones, resolver cálculos matemáticos, pensar en lo que voy a comer horas más tarde, bilocación…
_ ¿A qué te referís con bilocación?
_ Es un antiguo proceso mágico en el que el alma abandona el cuerpo y viaja… Teniendo en cuenta que ánima puede significar mente para los antiguos, digamos que mi mente realiza ciertos viajes. A veces me imagino que estoy de nuevo en Egipto y esas cosas.
_ Conocés Egipto.
_ Sí, a finales de los ochenta y principios de los noventa viajé. Estaba cumpliendo un deseo casi infantil. Cuando era chiquito anhelaba viajar a las pirámides o convivir con una tribu de caníbales para estudiar idiosincrasias foráneas y, por ende, temibles… Bueno… sería más fácil si te dijera que soñaba con alguna aventura en escenario desconocido, que implicara selva, negros, animales, dinosaurios… Pero quizás ni siquiera me creas que hice esos viajes, todo podría ser una fabulación esquizofrénica. Yo creo que fueron experiencias reales porque no me persiguió nadie, ni nadie trató de matarme.
_ Yo te creo. También me hubiera gustado conocer esos lugares… Ahora decíme, Lucio, si sos tan amable, ¿qué es una respuesta “liminal”?
_ Bueno, como sabrás los términos “liminal” y “subliminal” hacen referencia a distintas emisiones de un mensaje. Si yo te dijera “mi nombre es Lucio”, te estaría dando un mensaje liminal. Pero si te dijera “oicul se erbmon  im”, estaría dándote, quizás, un mensaje subliminal.
_ Entiendo.
_ Una respuesta liminal equivale a transmitirte lo que sé conscientemente. Si tuviera que darte una respuesta subliminal, tendría que tomarme un tiempo para indagar mis contenidos de inconsciencia.
_ ¿Y cómo podrías hacer semejante cosa?
_ No sé, pero pude antes y puedo de nuevo, si quisiera.
_ ¿Por tu experiencia psicoanalítica previa?
_ No, por supuesto que no. Por mí mismo. Mi subconsciente soy yo al revés, sólo tengo que buscar la manera de darme vuelta y lograr verme.
_ ¿Pero eso no es como mirarse la nuca?
_ Sí, claro, pero con un espejo.
_ ¿Pero no necesitarías que alguien sostuviera el espejo?
_ No, porque yo llevo dos espejos.
_ ¿Eso tiene algo que ver con una… doble personalidad?
_ No, no tiene nada que ver con eso. Tiene que ver con un exceso. Yo poseo las cosas multiplicadas por dos, lo cual es un triste defecto de nacimiento. Nací con exceso de conciencia, por lo tanto tengo dos espejos.
 Nicolás lo observaba con los labios entre abiertos. De pronto se quedó sin preguntas, sintiendo cómo todo cerraba y todo quedaba inconcluso simultáneamente. Su puño cerrado había quedado suspendido en el aire, hizo un ligero movimiento de cabeza como una leve negación, luego dirigió otra vez la mirada a Lucio.
_ ¿Estás bien?_ Preguntó éste.
_ Sí, muy bien…_ Bajó la vista hacia sus notas._ ¿Hay algo más que quieras decirme respecto a los mensajes liminales o a las mujeres desnudas?
_ No, nada más… a menos que te interese seguir preguntando respecto a eso.
_ No, pasemos a otro tema. ¿Te gustaría hablar de algo en particular?
_ Estoy seguro de que te gustaría oír que quiero hablar de mi madre, o de mi padre, o de aquélla vez cuando induje a mi prima a que se desnudara conmigo y me tocara el pito a la edad de ocho años… Pero lo cierto es que no quiero hablar de nada en particular, y creo que no hay nada de “interés psicoanalítico” que no haya discutido ya. Sin embargo estoy dispuesto de buen grado a responder cualquier pregunta que quieras hacerme, aunque sea como para decir que estás trabajando...
 Nicolás dio un bufido y se sonrío. Puso su dedo índice sobre la sonrisa, quizás para disimularla o sonreír con discreción intelectual. Comenzaba a darse cuenta de que Lucio, en realidad, estaba jugando y tenía serias intenciones de confundirlo. Era un argumentador sumamente inteligente y además poseía la gracia de articular muy bien una mayéutica irónico-humorística, rasgo éste que no había encontrado en pacientes anteriores. Lograba conducir la conversación hacia dónde quería sin la necesidad de decir mentiras. No decía nada diciendo mucho. El trato con un paciente así, con el tiempo, se tornaría difícil de sobrellevar. Sus señales eran ficticias, sus insultos, desapercibidos, su hostilidad estaba disfrazada de diligencia. Es un zorro, pensó Briski.


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