Resulta que una mujer de tetas rectas y espalda curva, cuyo torso formaba el contorno de una heladera SIAM, se quedó parada junto a la baranda de la escalera. Su propio peso provocó, se desmoronasen las maderas ya desvencijadas de la misma, justo cuando un pobre hombre de deprimente aspecto estaba transitando los últimos escalones. La mujer cayó de bruces con maderas y todo, y otras viejas que la acompañaban echaron culpas sobre el hombre inocente. Con el canto de sus manos en el suelo, aún sin conseguir levantarse, la torpe mujer comenzó a imprecar contra semejante impertinente, y él, asustado, contemplaba el aquelarre sin entender bien por qué alzaban dedos temblorosos y arrugados en su contra. Pidió unas sinceras disculpas y huyó a paso rápido, antes de que la mujer consiguiera ponerse de pie.
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