Te pedí que no me dejaras ir, pero hace mucho que soltaste mi mano. No me tomará por sorpresa que vuelvas a mi camino, sé que es tu costumbre. Cada día contigo es incertidumbre y tus certezas respecto a mí no suelen durar mucho tiempo.
Armamos una gran dupla, pero no somos exentos a los errores. A veces tú hablas de un mundo reservado para nosotros, pones en mis oídos promesas en forma de propuestas y, cuando menos acuerdo, estoy anhelando un mundo que ni siquiera sabía que quería.
Cuando ese mundo se acercaba a nosotros, algo lo mandaba unos kilómetros más lejos. Al principio no dolía, luego sí, y ahora prefiero creer que ese mundo no existe. Ese mundo existe sólo en momentos de euforia, desaparece en los días que mis defectos son los único visible en mi persona.
Jamás te pediría que dejaras de ser tú, en cambio haré mis emociones frías para evitar la decepción. Una vez más.
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