El refugio del noruego

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Supe del bar “Refugio” a través de Ana, una murciana descarada y graciosa que me llevó para que conociera a Age, un examante y actual amigo suyo, el noruego que lo regenta con tremenda singularidad.

Entablé amistad con Age y me contó su vida en una velada larga y apasionante. El lugar distaba mucho de ser un bar típico, constaba de una sala grande abajo y otra más pequeña e íntima arriba. Estaba a las afueras y lejos de todo, de no haberme llevado Ana jamás habría dado con él.

Me contó que había sido mercenario en lugares para olvidar, que se casó con una sicóloga inglesa que le rescató de una vida dura e insufrible. A ésta la dejó por mi amiga Ana, entonces joven y perversa, quien a su vez le abandono por un americano algo loco. Y acabó aquí, con una chilena guapa, lista y de hermoso culo, con la que comparte negocio y cama.

El lugar tiene una permisividad peculiar y manifiesta, sugiere una libertad plena y todos se dejan llevar conscientes de que los límites se imponen por si mismos. Durante meses me hice asiduo, no podía pasar sin hacerle una visita al final del día. Allí viví experiencias curiosas porque en ningún lugar encontré situaciones más extrañas o variopintas con la mayor sensación de normalidad.

Se bebía mucho, demasiado, pero en círculos pequeños, todos distintos y que se creaban de forma natural, veía a gente diversa en charla animada o en guetos cerrados y silenciosos, olía a marihuana y alcohol, algunas parejas follaban plácidamente junto a intelectuales de pacotilla que entrelazaban ideas sicodélicas o políticas sin prestarles el más mínimo interés.

Un día Age cogió a Isi su pareja y se la folló en un lado de la barra (en la zona privada), se les veía bien y lo que no, la imaginación ponía lo suyo y disparaba la libido. Lo hizo sin ningún pudor e igual que cuando comía espagueti, tranquilamente, ella se dejó hacer hasta que alcanzó el nivel adecuado, después se tornó como un torbellino y todos acabamos enervados. Todo esto forma parte de la línea de libertad que fomentan.

Un noruego mayor, amigo suyo, que estaba sentado semioculto a pocos metros, se sacó la polla y empezó a manosearla, la tenía muy grande y rosada. Una chica boliviana que estaba cerca con su chico se le acercó e insinúo su intención de comérsela. Éste asintió y sin más la chica se la tragó entera. Al poco le bajó los pantalones y sujetándole los huevos le hizo durante un buen rato un verdadero recital de garganta y giros de lengua. Me puse tremendamente cachondo. Nadie apartaba la vista, al final la chica le posicionó el mástil mirándole, le soltó los huevos y aquello escupió bien poniéndole perdido. El noruego se levantó con torpeza y desapareció por el patio en donde estaban los servicios. A la boliviana la vi luego follando tranquilamente con su chico en la parte de arriba.

Un día estando yo con Age vino Isi y me dijo que me la quería comer, a él le sorprendió, pero asintió y añadió que aprovechara porque no iba a contar con muchas ocasiones. Como no me apetecía ser el foco de atención rehusé y, curiosamente, a partir de ahí la chilena me miraba con mayor simpatía y complicidad de lo habitual.

Me gustaba llevar allí a amigas salidas y a todas las sorprendía grata y satisfactoriamente. Una de ellas, una joven pelirroja canadiense, se fue sola arriba y volvió un buen rato después, traía una buena cogorza y olía a sexo, se acurrucó a mi lado y se quedó dormida. Al rato, se despertó sobresaltada y me pidió que la llevara a casa de una amiga, por el camino me dijo que se lo iba a contar todo para que flipara, a mí no me soltó prenda de lo ocurrido.

Cuando Age quedaba libre de quehaceres venía a sentarse conmigo, le encantaba contarme sus interminables historias, las iniciaba en inglés y cuando se ponían más interesantes las seguía en español, me explicó que lo hacía por propio instinto motivante, le potenciaba nuestro idioma. Era un narrador espléndido y con facilidad me trasladaba a su pasado, un mundo realmente oscuro y de una crudeza de la que me costaba salir airoso y no mostrar los aspavientos que me suscitaban.  

Él se lo bebía todo y acababa casi siempre pedo al final de la jornada, yo por el contrario alcanzaba como máximo a dos cervezas y oía sus historias con demasiada lucidez, tanta, que sacaba mi propia lectura y conforme transcurría el tiempo y mayor su desinhibición me sorprendía de lo complejo del ser humano y de lo que es capaz de soportar y hacer un individuo.

En las ocasiones que terminaba pedo total ayudaba a Isi a trasladarlo a un anexo que tenía el negocio en uno de los laterales (donde ellos dormían). En una de tantas noches de aquellas, ella se me ofreció abiertamente y no pude negarme, me atraía demasiado, follamos desesperadamente como si el mundo se estuviera acabando.

Desde aquel día nos buscábamos con anhelo juvenil y, tan pronto Age entraba en trance, Isi le pedía a Lola, una camarera de su confianza, que se hiciera cargo y se iba y me esperaba deseosa detrás del patio (en un espacio privado con acceso restringido donde guardaban las bebidas caras). Allí se sentaba encima de unas cajas y yo le comía el coño hasta hacerla gritar. Lo tomábamos como un tentempié, para lo que luego caía una vez dejábamos a Age en la cama sumergido en alcohol y con sus malos recuerdos.

Alguien debió contarle lo nuestro a Age y un día al llegar, tan solo mirarle, supe que mi vida corría un serio peligro, su mirada era fría y acerada como la de un tiburón blanco. Aprecié el riesgo en la distancia y no tuve agallas para dar un paso más, me volví con resolución y después corrí hasta el coche. Hui de allí con una carga de miedo y desolación indescriptible.

Cuando ahora lo recuerdo no me perdono el haber engañado a Age, pero era tal el ardor de la chilena y la hermosura de su culo que admito que caería una y mil veces más a pesar de los pesares.

Hace unos días me encontré con Ana, me sorprendió la naturalidad de su saludo y que no me hiciera ninguna referencia, me resultó extraño que no supiera nada de lo mío con Isi. Ahora creo, e incluso temo, que aquello pudiera ser una paranoia mía porque la pareja, según me contó, sigue con la “normalidad” de siempre, incluso han hecho algunos cambios para mejorar el negocio, como ampliar el patio para tener música en vivo y hacer un sótano al que sólo acceden los de confianza y donde la permisividad es aún mayor, si cabe.

Siento unas ganas locas de volver, al morbo de lo prohibido se suma la hermosura de la chilena y el riesgo que comporta, y como no, sus increíbles comidas de polla.

Nunca volveré, estoy seguro de ello, me falta valor porque se bien de lo que puede ser capaz el noruego cabreado.   


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