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La pistolera era tan hermosa que su belleza no me dejaba tragar saliva.
Tenia una larga cabellera rizada que enmarcaba un rostro ovalado y unos brillantes ojos verdes.
Aún estaba quitandose un molesto mechón de los ojos cuando desenfundó como el rayo y me metió dos balas en el corazón.
Lo que ella no sabía es que yo ya no tenia corazón.
Saque las aplastadas balas de mi pecho, las dejé suavemente sobre la mesa mas cercana.
Me dí la vuelta sin mirarla y me marché.
No dije adiós.
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