MI CUMPLEAÑOS

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Era mi cumpleaños y decidí celebrarlo esa noche con mi novio invitándole a cenar en su restaurante favorito. Habíamos quedado que llegaría a casa sobre las ocho, con tiempo suficiente para pasar un rato juntos antes de irnos cenar.

Me apetecía tener un preámbulo de lo que pensábamos hacer después de cenar al llegar a casa, habíamos quedado en dormir juntos en mi casa. Cuando llegó solo llevaba puesta la ropa interior, lencería para ser más exactos, y me pareció una bonita forma de vestirme para recibirle. Nada más entrar me miró de arriba abajo y me besó pegando su sexual al y presionándome el culo contra él. Me dio la bolsa que traía en la mano y me deseó feliz cumpleaños.

La bolsa contenía un sobre y un paquete. En el sobre había un bono de una agencia de viajes para pasar el fin de semana siguiente en París. El paquete contenía un artilugio de material muy suave al tacto, de color rosa con forma de pera alargada y un rabito de unos veinte centímetros más delgado, además un mando a distancia como el de una tele pero más pequeño, con menos botones y un círculo en el centro para regular el volumen.

Le miré interrogándole que era aquello. Con una sonrisa, que conozco muy bien, me dijo que era para estrenarlo esa noche durante la cena. Enseguida caí en que se trataba de un vibrador y le dije que ni de coña pensaba salir de casa con eso metido en el coño.

Sus besos por el cuerpo después de quitarme la lencería hicieron que poco a poco fuera aceptando que a lo mejor podía ser divertido, sobre todo después de comerme los pechos con el apartito presionándome el clítoris mientras iba cambiando las frecuencias. Después del orgasmo estaba tan húmeda que me entró sin dificultad, empecé a andar para ver si me molestaba y decidí dejármelo puesto. Me ofrecí a hacerle una mamada antes de irnos y me dijo que prefería reservarse para luego.

Llegamos al restaurante y nos dieron una mesa en un rincón de la sala para tener más intimidad. Cuando el maitre vino a atendernos y nos preguntó que íbamos a beber, empecé a notar un leve cosquilleó en el sexo. Aguanté el tirón como pude sin moverme y le pedimos nuestro vino favorito. Nos dejó la carta y se fue.

Le dije a Marcos que era un cabrón por activar el vibrador con el mando a distancia mientras estaba hablando. Me dijo que no me quejara, que lo tenía puesto al mínimo. Le miré con cara de querer asesinarle allí mismo y le confesé que ya tenía las bragas mojadas. En ese momento noté que mi interior dejaba de vibrar.

Cuando vinieron a tomarnos nota de la comanda repitió la misma operación, me quedé cortada y le dije al camarero que mi chico pedía por los dos. Marcos muy serio se encargó de pedir la cena mirándome cada vez que pedía un plato, yo simplemente asentía.

Me tuvo toda la cena encendiendo y apagando el aparatito. En más de una ocasión tuve que decirle que parera porque me iba a acabar corriendo allí mismo y pensaba hacerlo a gritos, reaccionó apagándolo inmediatamente.

Pagué la cena y cuando íbamos camino de la salida lo accionó y di un traspiés al sentirlo vibrar inesperadamente. Aguanté como pude y salimos a la calle con aquello zumbándome dentro hasta que llegamos al coche. Nada más sentarme le dije que me tocara o me tocaba yo, porque no aguantaba más. Fue obediente y me relajó.

Al llegar a casa comprobé que estaba empalmado al arrimarme. Nos fimos directamente a la habitación y le dije que no se moviera mientras le desnudaba. Cuando le quité el slip su cosa miraba al cielo y la premié con beso en la punta, lengua incluida. Le pedí que se sentara en la cama y no se moviera. Busqué en el móvil la canción que tenía preparada y la puse en marcha. Me fui desnudando lo más sensual que supe al ritmo de la música hasta que solo me quedaba puesto el tanga, con el rabito del aparato asomando.

Tiré un poco y me saqué la mitad, lo solté y volvió a meterse el solo cuando apreté los músculos de la vagina. Repetí lo mismo varias veces y cuando lo fui a sacar del todo me dijo que me lo dejara puesto. Me acercó a él y me quitó las bragas. Pasó le lengua por el clítoris, tiró con los dientes un poco hacia afuera del rabito y volvió a meterse cuando lo soltó.

Me tumbó en la cama con el culo en el borde y se puso mis pies en sus hombros. Me penetró sin sacar el aparato y me sentí llena. Cuando la punta llegó a la altura donde se ensanchaba el aparato pensé que no sería posible que entrara, misteriosamente consiguió meterla entera y puso en marcha la vibración y juro que jamás me había sentido tan llena. Entre el vibrador que hacía diabluras en los sexos y Marcos follándome al mismo tiempo, antes de que él se corriera ya había tenido dos orgasmos seguidos.

Nos relajamos tomando una copa en el salón y volvimos a la cama. Estábamos demasiado cansados para follar otra vez y decidimos chuparnos uno a otro. Saqué otro vibrador que guardo siempre en el cajón de la mesilla, le unté el culo de lubricante y se sentó encima insertándoselo en el culo, me puse de rodillas en el suelo y se la chupé.

Estaba deseando que se corriera para que llegara mi turno. Me tragué su corrida y me recreé exprimiéndole el capullo hasta que le dejé seco. Volvió a meterme el vibrador del rabito y y fue aumentando la potencia hasta el máximo mientras me comía el clítoris. Dos orgasmos más me dejaron para el arrastre esa noche.

Antes de dormirnos me dijo que me acordara de meter en el equipaje su regalo para el viaje a Paris, le hacía ilusión utilizarlo navegando por el Sena hasta que me corriera en público.


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