Sofía

Sofía era una mujer apasionada e independiente, que solo le daba rienda suelta a sus deseos. Era viernes por la noche y Carlos pasó a recogerla sorpresivamente cuando salía de su oficina. Sin objeción alguna subió al vehículo de él y fueron directamente a su apartamento. 

—Ponte cómodo, me daré una ducha — dijo ella al llegar.

El agua corría por su cuerpo tocándose. Su clítoris palpitaba, mientras lo acariciaba con sus dedos. Calmaba su deseo estallando en su entrepierna, mezclando su humedad con el agua de la regadera.

Desde afuera, Carlos la oía excitado. Sofía salió de la ducha dirigiéndose hacia su balcón mirando a Carlos sexualmente, mientras la toalla resbalaba por su cuerpo.

La luna llena resaltaba sus sensuales curvas. Él salivaba al verla, tan adictiva y perspicaz…como siempre. Ella se le abalanzó comiéndole la boca. Él se enganchó a ella acariciando su sedosa piel, haciéndola retroceder hasta chocar con el barandal.

—Que rico gemías en la ducha, ahora quiero que gimas para mí —le dijo entre susurros al oído.

Deslizó su lengua por el cuello de ella haciendo que jadeara. Se agachó tomando una de sus piernas apoyándola sobre su hombro, y con besos mojados se deslizaba sobre su muslo. Empezó a lamer su sexo, que yacía aún chorreado.

—¡Aaah…Aaah! —gemía ella suavemente, arqueando su espalda sobre el barandal.

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