Aún despierto a media noche con el miedo perlando mi frente, mi agitada respiración y el sonido de mi corazón acelerado se combinan con las sombras lúgubres entre las cortinas de la ventana haciendo trasladar mi mente a estar ahí nuevamente…
Aquella celda reducida a un cuarto de dos por dos metros, aquellos barrotes en la pequeña ventana que apenas dejan respirar, el sonido seco de las pisadas de los soldados al marchar, las órdenes del capitán alemán que aterran a cualquiera que esté cerca… No sé cómo pudieron confundirme con un miembro del servicio secreto (S.S.) de la República Federal Alemana (Bundesnachrichtendienst – BND) a mí, un joven de nacionalidad mexicana con escasos diecisiete años de vida.
Berlín Federal 1987
Iba dispuesto a conquistar el mundo; no, corrección, el mundo ya era mío. Nada era capaz de dañarme, mucho menos de hacerme parar.
Llegué a Alemania no por error, mis elecciones de vida a los 17 años era disfrutar y aprender fuera de mi país.
Llevaba ya algunos meses practicando mi inglés, conociendo gente, lugares, viviendo a mil por hora… las noches eran muy largas cuando me quedaba en el depa y muy cortas cuando estaba en el pub.
La vida pasaba rápido y mis gastos se hacían cada vez mayores de tal forma que quedé a inicios de mes sin dinero y con bastante tiempo antes de recibir nuevamente el ingreso mensual que enviaba mi familia para el sostenimiento de mi aventura estudiantil.
Tal vez fuera la necesidad mezclada con las ganas de aventura lo que me orilló a ello, tal vez la adrenalina que recorría mi cuerpo cada vez que lo hacía, lo cierto era que se me hizo fácil traficar lo que pudiera entre Berlín Federal y Berlín democrático en vez de adoptar otras medidas para obtener algo de plata.
El muro no era obstáculo para mí.
Dos mil marcos en un día no era poco y siempre quería más. Me levantaba muy temprano alistándome para la visita a mis amigos al otro lado del muro que esperaban con ansias mi llegada con nuevos productos; en mi mochila llevaba lo esencial: pasta de dientes, jabón de baño, shampoo, diversos enlatados, mis sandalias (para no regresar descalzo)… en el cuerpo al menos dos o tres pantalones sobrepuestos, playeras, sudaderas… todo lo que pudiera vender para sobrevivir.
Ya en una época anterior a mi desastre económico había vivido por tres meses en Berlín Democrático conociendo gente, visitando museos, siguiendo las reglas del toque de queda a las seis de la tarde, escuchando el eco de los pasos precisos de la guardia militar que erizaba la piel desde la pequeña recámara en la que me hospedaba, y a veces; algún grito ahogado seguido de un disparo cerca del muro, seguramente a alguien que trataba de pasar sin autorización.
Durante tres semanas llevé de un lado a otro entre los dos Berlín diversas cosas y sin mayor problema más que una ligera revisión a mis pertenencias en la mochila y a mi pasaporte, ser “traficante” no era difícil y a la policía encargada de la puerta para cruzar el muro se le engañaba fácilmente y más de regreso por la tarde pues salía un poco después del cambio de guardia.
Al inicio eran dos días a la semana los que cruzaba, pero en esa tercera semana me confié demás y crucé una tercera y fatídica vez.
Habían hecho el cambio de guardia hacía poco pero en mis ansias por llegar al pub a gastar los marcos obtenidos no me percaté que también había un alto mando a un lado de la guardia habitual. Revisó mis documentos detenidamente, observó mi rostro y lo comparó con un retrato hecho a mano de alguien que al parecer habían estado buscando desde hace tiempo, un miembro del servicio secreto de Alemania Federal que hacía poco habían descubierto.
No me preguntaron nada, solo escuché una orden dada en alemán y sentí cómo se movían tras de mí tomándome desprevenido y esposándome. Traté de zafarme de aquellas manos, comencé a dar explicaciones sobre los lugares que se suponía había visitado en esa ocasión pero al parecer nadie me escuchaba y mucho menos me entendían pues comencé a hablar en español en vez del inglés que se suponía practicaba.
Fui arrastrado literalmente a un edificio cercano que al parecer era una pequeña comandancia, ahí volvieron a revisar mis documentos y sin preguntar nada me llevaron a una pequeña celda de castigo.
El miedo invadió mi cuerpo por completo, comencé a temblar y con todas mis fuerzas, a gritar que me liberaran, a decirles que estaban cometiendo un error, que era una equivocación pues era ciudadano mexicano y no alemán.
No sé cuánto tiempo pasé en esa celda, de pronto se escucharon unos pasos secos acercándose y entre los barrotes de una pequeña ventana situada en la puerta sellada vislumbré unas sombras… abrieron la puerta y me tomaron entre dos militares los cuales me arrastraron hasta un cuarto que se encontraba en penumbra con una pequeña mesa al centro y una silla al lado. Me sentaron ahí y comenzaron los interrogatorios. Nada entendía, todo era en alemán y en rústico inglés, no español; comencé a gritar en mi idioma natal, a explicar que era un estudiante viviendo en Berlín Federal y visitando Berlín Democrático pero nadie escuchaba, nadie entendía, después de llorar frustrado respiré un poco y hablando en perfecto inglés traté de hacerme entender, pero todo falló.
Comenzaron a golpearme, a torturarme tratando de sacar información que obviamente no tenía ni por equivocación.
Pasaron días así, cada vez escuchaba con más miedo los pasos acercándose a la celda en que me encontraba, miraba las sombras asomándose por entre los barrotes de la ventana, el chirrido de la puerta al abrirse hacía que una sensación aterradora recorriera despacio mi columna vertebral… la sesión de golpes y las diversas torturas eran cada vez más fieras y seguidas; a veces hasta hacerme perder el conocimiento.
No sé a ciencia cierta cómo salí de ahí; solo sé que mis amigos en Berlín Federal al ver que no regresaba comenzaron a contactar a las personas con las que sabían llegaba a sus casas en Berlín Democrático para vender lo que traficaba y al saber que ellos me habían visto partir fueron a la embajada mexicana a reportar mi desaparición.
Sí, aún despierto a media noche con el miedo perlando mi frente, mi agitada respiración y el sonido de mi corazón acelerado se combinan con las sombras lúgubres entre las cortinas de la ventana haciendo trasladar mi mente a estar ahí nuevamente…y sólo rezo porque todo termine antes del amanecer y pueda disfrutar una vez más de una vida tranquila lejos de aquella aventura en Berlín.
Malu Ramírez ?
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