Se despertó agitada. Había escuchado un ruido muy fuerte, que provenía desde la puerta de entrada a su casa. En la tranquilidad de aquella aldea, hasta el más mínimo ruido podía ser percibido.
No le dio tiempo a levantarse de la cama. Cuatro manos la estaban sujetando fuertemente y no la dejaban moverse. Intentó gritar, pero descubrió que sus captores habían anudado un pañuelo en su boca para ahogar sus gritos. Intentó patalear, pero sus piernas habían sido atadas con una soga. No tenía salida, lo sabía, pero aún así, ella no se rendía. Seguía moviéndose con la esperanza de hacer más difícil su...¿captura? ni ella misma sabía qué era aquello.
A pesar de todos sus intentos, fue llevada hasta un carruaje. Logró ver parte de su aldea arrasada por el fuego, y un par de caballos negros que tiraban de aquel vehículo. Cuando estuvo a bordo del carro, le retiraron el pañuelo de la boca para que pudiera respirar y hablar con normalidad.
-Bienvenida al juego, Seis-dijo una voz masculina
-¿Juego?¿Seis?¿Qué dices?¿Quién eres?¿Qué es todo esto?- gritó ella desesperada, comprobando de nuevo que sus manos y pies aún continuaban atados. Estaba muy nerviosa. Con la oscuridad de la noche, no lograba ver la cara de su captor.
-El Juego de Los Reinos Lya, ¿acaso no sabes de qué se trata?-repitió la voz.
-Claro que sé lo que es, pero sólo las brujas son seleccionadas para ir allí. Y yo no soy una de ellas.- dijo Lya.
-¿Y quién te ha engañado a tí? ¿Esque no sabes que formas parte de una de las mayores familias de brujas y magos de la comarca?
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