poesía en prosa, o eso creo
Por joaquin cerillos
Enviado el 15/04/2021, clasificado en Poesía
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Pienso en largarme en vísperas del verano. Salir y volar como los reyes del cielo, como el cinturón de orión. Como una gaviota, como un pelicano o un flamenco rosa. La mujer de la frutería me recuerda a otra mujer. Una bella dona glaseada con chispas de chocolate blanco. La vida es banal y superflua, sin embargo, me embarga verla, me despoja, y me da tristeza, maldita la hora terrible. Si pudiera adelantar el tiempo y pasar a lo importante, entonces qué sería de la vida, más rápida y vertiginosa, como un juego mecánico de alguna feria, y entonces, de pronto, alto. La muerte. La vida después de la vida. La vida rosa como flor rosada, tronco grueso color cascara de melón. Una hermosa mujer que loca de amor te deja rendirle homenaje. Gloria perdida por la porquería de la vida, de las malas decisiones, de los errores cometidos y por cometer. Un pan en el horno que se deja demasiado tiempo se quema, el error, ahí está. Una mujer que decide dejarlo todo para bailar break dance en patios de los jardines públicos, y luego decide ver el mundo, o ver el microcosmos sin salir nunca del jardín, deseando las buenas tardes a todos, y el tiempo que pasa como un viento que genera un tornado, y lo destruye todo. La vida como un cocodrilo con la boca abierta y los colmillos aún jóvenes, y que agita la cola, una, dos veces, retando al macho cocodrilo opuesto. Una tarde, durante un atardecer cerca de un estero, las olas quebrando la arena, el lecho marino cambiante, los odios y los rencores, los amores y la imposibilidad de ser amado. Amándonos. El paletero que vende paletas, y el mecánico que mecanéa los autos. El conductor de camión que transporta pasajeros del punto A al punto de B de una ciudad pequeña y los altos en el semáforo, el descanso del transito que es aprovechado por los transeúntes despistados y ansiosos. El hombre feo y la mujer horrenda que nunca se conocen. La mujer de los peinados elaborados. La mujer bella con dentadura postiza, el Ulises de james Joyce; el juego de canicas, de lotería, de serpientes y escaleras. Sentarse toda la tarde, inmovilidad interrumpida solamente para dar un trago de agua, y ver caminar al sol por la carretera celeste. Luego la noche, las estrellas, el calor que se va apagando para quedar en clima fresco como para dar largos paseos sin cansarse. Punto.
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