Hace ya tres lunas, dos soles y un día gris que no te veo, que no te escucho, que no siento tus manos acariciando mi triste rostro arrugado, hoy me han duchado con ese jabón que tú me has regalado y me han echado ese perfume fresco que tanto me recuerda a la brisa marina. Han limpiado mis ojos con sumo cuidado; ¡dicen que para volver a verte un día más!, también han fijado la sonda a mi nariz para que no se enganche con nada. La grúa de movilización espera fuera; preparada para levantar el frágil cuerpo de una anciana, son las once; hora a la que siempre llegas; te espero en la sala de visitas pero hoy te retrasas, siento que algo va mal el beso de una desconocida en mi mejilla me hace pensar lo peor, me dice palabras bonitas al oído, la silla se mueve mientras la desconocida habla y habla sin parar; comienzo a llorar deseando volver a mi cama. La extraña se detiene y con ella mi silla, saca de su bolsillo una foto tuya y mía, me cuenta que no sufriste pero te negabas a marchar y dejarme sola; ¡hasta que la muerte nos separe! Repetía ella con lágrimas en los ojos, posó la foto sobre mis piernas inertes y se fue sin más, la auxiliar recogió la foto la colgó en el tablero que estaba frente a mi cama y comenzó a hacer preguntas que yo no podía contestar desde esa mañana mi vida se fue apagando, mientras me iba descubrí a millones de personas para las que yo era importante; ¡debo irme le repetía una y otra vez desde mi pecho!
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