EFECTOS COLATERALES (2)
<<Hasta que cumplió sesenta,
don Pepe, era un semental>>,
pero su mujer lo iba a dejar
porque estaba descontenta.
Él, parecía una veleta:
inconstante, un pica flor,
aun así, lo perdonó
cuando él enfermó de diabetes
y esta le abatió el trinquete,
la relinga y el palo mayor.
<<Hasta que cumplió sesenta,
don Pepe, era un semental>>,
pero la hipertensión arterial,
unida a una pésima dieta,
un día le aguaron la fiesta
tumbando su arboladura.
El frente sur de su cintura
solo para orinar le servía,
y cuando don Pepe, más sufría,
le llegó una inesperada ayuda.
<<Hasta que cumplió sesenta,
don Pepe, era un semental>>,
pero una hernia discal
le disminuyó las fuerzas.
Ya cercano a los setenta
decía que su zona baja
necesitaba mortaja,
pero la cosa cambió;
ahora que se vacunó,
su “zona”, otra vez trabaja.
<<Hasta que cumplió sesenta,
don Pepe, era un semental>>,
pero, le llegó la obesidad,
y nunca más levantó cabeza;
hoy, tras ponerse la vacuna esa,
la presa que muerta estaba
de nuevo, y con brío se alzaba.
Lo que ya a formol olía
reverdecer parecía
y ahora, su vida cambiaba.
EPÍLOGO
Si tienes más de sesenta,
la arboladura caída,
la empujadera escurrida,
a tu pareja descontenta
por tu falta de polenta,
la probable solución
está en la vacunación.
Además de salvarte la vida,
levanta las presas dormidas,
yertas, o en hibernación.
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