Maricones, tortilleras y farsantes.
Por Senior Riojano
Enviado el 26/04/2021, clasificado en Reflexiones
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Hoy Alfonso es homosexual, en la mili fue el marica. Sufrió con la complicidad de todos maltrato físico, psicológico y verbal; tuvo la desgracia de coincidir con alguien de su ciudad que a los cuatro vientos divulgó su condición e inmediatamente se convirtió en el objetivo de todas las vejaciones imaginables. Poco le ayudaron los mandos y nada sus compañeros, el bulling de hoy es un juego de niños comparado con lo que aquel chico de Palencia tuvo que padecer, no había día ni noche que no recibiese golpes, insultos, escupitajos o le volteasen de la cama tras echarle un cubo de agua por encima ante las risas de todos los demás. Nadie, y nadie es nadie, se dignó en ayudarle. Llegó a tal punto el acoso y maltrato que enterada la mujer del General y con su consentimiento lo acogió como asistente en su casa militar para librarlo de aquella banda de hijos de puta. Esa fue su mili, esconderse y pasear sólo por las calles de Bilbao esperando no encontrarse con nadie del cuartel. Ningún macho que se considere tal podía tener relación con él sino quería ser tratado de la misma forma. Todavía tengo como recuerdo un casette de Queen que me regaló una tarde en la Chufa de la Otxoa.
Hice carrera de Ciencias, en aquellos años casi terreno exclusivo de hombres; aún así hubo dos mujeres en mi promoción. Las dos sufrieron burlas y desprecios; sólo se tenían la una a la otra no ya para defenderse sino para aguantar al profesorado que les dedicaba lindezas del tipo: “Ustedes sólo vienen aquí a buscar un marido Ingeniero” “Para fregar platos no hace falta que estudien” “Las torpes tortilleras” “A llorar a casa con tu novia”. Frases literales dichas en clase ante la pasividad/gracia del 99% restante de alumnos. Todavía hoy sufren secuelas psicológicas graves, falta de autoestima y de autoconfianza, es tal el miedo a la exclusión que les inculcaron que ninguna de las dos ha ejercido de Ingeniero; todo gracias a esos desprecios y ataques con el silencio cómplice de sus compañeros.
¿Por qué recuerdo estos hechos? Pues porque el ser humano no cambia por dentro y aquellos compañeros de mili o de estudios, incluso los profesores que siguen ejerciendo en la Universidad son los mismos misóginos, homófobos y maltratadores escondidos bajo el disfraz de la tolerancia y lo políticamente correcto. Sigo teniendo relación con muchos de ellos, dirigen empresas, departamentos de RRHH, escriben libros y algunos salen en la tele dando lecciones de moralidad; a veces nos juntamos para cenar y recordar viejos tiempos, y es entonces, en las distancias cortas cuando puedo observar que son unos farsantes, dicen lo que el público en general quiere oír, viven de ello; pero en su interior su ADN es el mismo, odio, rencor y desprecio al que consideran diferente, inferior.
Podríamos pensar que esto no así, que gracias a las Ministras y sus Ministerios de Igualdad, o como se llamen, las cosas han cambiado, que las nuevas generaciones han superado esta lacra. Pues nada de eso, el mayor porcentaje de agresiones y acosos se sitúan en la franja de 16 a 24 años, tampoco disminuyen las muertes de mujeres o los casos de abusos. Realmente increíble y lamentable. La polarización ideológica tampoco está ayudando nada, la postura de estar en contra y retorcer el discurso para decir lo contrario no nos beneficia en nada.
Nos hemos acostumbrado a culpar a los políticos cuando la sociedad tiene un problema, son nuestro comodín para la ira, y no es así. La Igualdad no depende de la Consejera de turno (nada contra mi querida Raquel Romero), o del número de leyes que se aprueben o de cuántas celebraciones del orgullo hacemos, o de creaciones de observatorios; la igualdad nace de ti mismo, se enseña y se aprende en casa; pero me extraña mucho que los farsantes a los que antes me he referido inculquen valores que ni ellos mismos tienen. No seas farsante.
Fernando Soto
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