¡María Asunción! – gritó su madre-.
Al instante, ella –que flotaba diez metros arriba de nosotros - se desplomó súbitamente y fue a dar sobre la casa de Juana. El techo de lámina recibió el impacto de su cuerpo inanimado en medio de aquel estrépito que convulsionó el mundo a las tres de la tarde.
Una vez que bajó la nube de polvo, nos acercamos lentamente, entre los escombros escuchamos el llanto del niño; milagrosamente había sobrevivido a la caída… María Asunción todavía lo cobijaba entre sus brazos.
Lo retiramos con cuidado, empezaba a tener una coloración azulada en la piel y su pie derecho sangraba tímidamente. Pero lo que más me impresionó fue el rostro de María, con los ojos más abiertos que nunca, hasta parecía seguir con vida.
Se lo conté a mi abuela durante la cena, y lo resumió todo con dos afirmaciones: las brujas se chupan a los niños por los talones, y también se mueren cuando las llamas por su verdadero nombre.
Nota: Este texto, además de "Buganvilias muertas" y "Doce verdades del mundo", son algunos relatos que forman parte de una pequeña serie de textos adicionales. La serie es nombrada "De brujas y otros desamores".
Gracias por leer. Volvemos.
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