Buganvilias muertas

Sanidad llegó a la casa y encontró los 13 gatos que habían desaparecido, todos muertos. Los alertaron los vecinos – muy metiches ellos, hijos de mala madre-.

¿Y entonces?

Entonces nada. Nos encontraron dormidos y nos lazaron cómo si fuésemos perros. Ahí nos llevaron a rastras, justo atrás del convento.

Casi la desnudaron, señor. Luego me hicieron rodearla con un círculo de sal. Alguien me colocó la antorcha encendida en la mano derecha… nos pusieron frente a frente y se apartaron. Sólo entonces levantó la mirada, la recuerdo clarito, con el cabello recogido en un peinado descuidado, sus ojos estaban anegados, tal vez sus escarmientos internos… No lo sé, ¿verdad?

No fue necesario que abriera los labios, porque en mi mente la pude escuchar:

Agradezco que seas tú, nadie más habría tenido la oportunidad –me dijo-. Aquí se acaba el camino, pero sé que seguirás entre la gente.

Después de eso bajó la mirada y mi mano se apresuró en un movimiento involuntario y le prendió fuego. No hubo gritos, ni lamentos, solo un olor a buganvilias muertas.

Mi madre me observaba desde su lugar en la muchedumbre, me aventó una bendición. Casi hubiese podido saber lo que rezaba por el movimiento de sus labios.

Es todo lo que puedo decir, no recuerdo más.

¿Los ojos de los gatos? Por la madrugada llegó y se los quitó. Ya les dije en dónde los puso.

No tengo más que agregar. 

Nota: Este texto, además de "Asunción" y "Doce verdades del mundo", son algunos relatos que forman parte de una pequeña serie de textos adicionales. La serie es nombrada "De brujas y otros desamores".

Gracias por leer.