Con las mariposas II

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Respirando profundamente, agarre de la manilla y me anime a entrar. Y un olor que me había estado acompañando me inundó, era un olor fresco, de hierbabuena, de lavanda, de limón, en el invernadero, además de las mariposas y luciérnagas, estaban también las hierbas medicinales de mi madre.

Los recuerdos de ella me inundaron, y llore, me caí rendida al suelo, y en ese momento me di cuenta, primero el día había sido mi jaula de oro, y luego la noche, yo me creía feliz con mis escapadas en la noche, pero eso era una vida de secretos y de felicidad momentánea, pero no duradera. Ahí, desespere, rodeada de recuerdos de mi madre, de recuerdos de un tiempo feliz, rodeada de los cuentos y la diversión de mi infancia, en ese momento me di cuenta de la pobreza de mi vida. Y llore, llore como no había llorado nunca, llore clamando al cielo, por haberme arrebatado a mi madre, por haberme arrebatado el futuro, por haberme dejado ver lo que era ser feliz y habérmelo arrebatado.

Ahí estaba yo, como una chiquilla desconsolada, sintiendo como el mundo se me tambaleaba, viendo la futilidad de mi vida, y como nada tenía sentido.

Y en ese momento volví a sentir el abrazo de mi madre. En ese momento volví a sentir su presencia, en ese momento volví a ser la niña feliz y despreocupada que había sido. Y me abrace a esa memoria, a esa presencia que me sabia solo en mi mente y en mis recuerdos, y fui más allá, seguí llorando y llorando, un dique que parecía haber contenido mis lágrimas se había roto, ya nada importaba, solo el momento y el abrazarme yo a ese recuerdo.

Los momentos parecían horas y yo no me quería soltar, sentía la presencia de mi madre, y su mano como me acariciaba. Y me centre en esas sensaciones. La noche se trajo brisas, las hierbas olían más, y me refrescaron la cara, yo no quería abrir los ojos, yo no quería volver a la realidad, yo quería permanecer ahí, abrazada a mi madre.

Poco a poco me fui serenando y poco a poco me fui diciendo a mi misma que tenía que volver a la realidad. Y poco a poco me fui diciendo a mi misma que tenía que soltarme de esa presencia que ya no era.

Me fui a quitar las lágrimas de la cara, y una voz familiar me dijo:

- Las lagrimas son el agua salina del alma, cura las heridas del alma, déjalas libres, por que ellas te sanaran.

Miles de imágenes y recuerdos me asaltaron, de caídas, de frustraciones, de malos momentos, y mi madre, junto a mi, abrazándome, y diciéndome:

- Deja que las lágrimas te sanen.

En ese momento sonreí, y contenta y agradecida por los ratos con mi madre me seguía acordando de ella, de ratos en la cocina cocinando juntas, de ratos dibujando, de ratos jugando a perseguir las mariposas y de ratos achuchando a los gatitos de la casa.

En ese momento, me di cuenta de que había tenido suerte y una infancia dichosa. Y sonreí, apoyé mi espalda en la pared y me maravillé en lo que me rodeaba. No sabía que me esperaba para el futuro, pero me estaba renovando, me estaba llenando de una energía nueva.

En ese momento, sentí la mano de mi madre en el hombro diciéndome:

- No estás sola, nos tienes de tu lado.

Y sonreí, pensando en las veces que mi madre me repetía que:

- Somos una familia, con derechos y deberes, siendo el principal, cuidar de nosotros mismos, para poder cuidar del resto y compartir el camino.

Sin pensarlo, me agarré a esa mano, como había hecho siempre.

Y en ese momento, me di cuenta, la mano era real, se sentía real, igual que la voz. Me giré, y descubrí a mi madre, y me abracé a ella, yo pensaba que no tenía más lágrimas, pero si, ahí volvieron a fluir.

Y le dice:

-¿Como es posible?

A lo que ella contestó:

- Yo siempre he estado aquí, solo tenias que creerlo y verme. Abrázame fuerte, que te he echado de menos hijita. Y respírame, para que volvamos a ser una.

No lo entiendo, pero hago caso, respiro, y con la respiración, me lleno y me vacío. Me lleno de amor y me vacío de miedos. Con la respiración me asiento, me acepto, y a la vez acepto a mi madre, lo empiezo a entender. Y noto algo muy extraño, una sensación que tenía olvidada, como mi yo se expande. Me doy cuenta de lo contraída que estaba, de lo encerrada que estaba, y yo que me pensaba libre. Ahí me doy cuenta que la mente era mi jaula, no lo era mi padre, ni los muros del jardín, era yo misma.

En ese momento me abrazo a mi madre aun más, y suelto esas contracciones que me recorrían por el cuerpo, si bien es cierto que el cuerpo me contiene en cierta forma, es también cierto que mi ser llega mucho más allá.

En ese momento me doy por satisfecha, voy a separarme de mi madre y ella me dice:

- Hay mucho más, tú sigue respirando, no pares de llenarte de mi presencia.

Y así lo hice, yo seguí respirando, y abrazándome a mi madre, y otros olores empezaron a ganar importancia, olores que me transportaban a lugares olvidados, a etapas olvidadas, a sueños que nunca había entendido, a momentos que yo no debía haber vivido.

Y, en ese momento, seguí abrazada a mi madre y seguí respirando y abrí los ojos, poco a poco, la oscuridad fue tomando forma y vi a mis abuelos al principio y mucha otra gente fue apareciendo, eran gentes de muchas edades y razas.

En ese momento casi dejo de respirar, y el abrazo de mi madre me lo recordó, seguí respirando y entendí, lo que mi madre me decía de que todos éramos uno, era una realidad y yo acepto a quien quiero dentro de mi ser, yo elijo con quien conecto. Mi corazón se supo lleno de amor.

En ese momento me separe algo de mi madre, todavía agarradas de la mano, pero frente a frente, le pregunte:

- ¿Esto qué significa? ¿Y ahora qué?

A lo que ella, apretandome la mano me dijo:

- Esto significa todo y nada. Ahora sabes que estoy contigo, sigue tu vida, sé feliz y sé consciente de que estoy por ti. Igual que has hecho para llegar al invernadero, estate en tu corazón, cuanto puedas, sigue avanzando hacia donde quieras, se siempre feliz y estate agradecida por el momento.

- ¿Y qué hago con padre?

- Confía en ti, tú y él sois uno, tenéis el mismo poder el uno sobre la vida del otro. Tu eres su hija y él su padre, y esa es la verdad. Todo está cambiando, como todo cambia siempre, aceptate a cada paso, compártete con cada respiración. A mi me tienes siempre de tu lado para lo que necesites, así pues, cuídate, para ser feliz, que eso es lo que más importa en esta vida. Y recuerda, el amor es el camino, y compartir el momento es la llave que abre todas las puertas. 


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