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Tiene el pelo rizado rubio y unos enormes ojos azules.
Desde el primer día que vi a mi nueva muñeca, de nombre Emma, me asombró.
Debe ser de las de última generación, porque es capaz de las más elaboradas funciones. Puede hablar, caminar e incluso correr. Está dotada de un amplio ropero y cambia de peinado con asiduidad. Ríe y llora con igual facilidad. Yo, en cambio, apenas cuento con dos vestidos y siempre llevo mi pelo recogido en dos coletas.
Nunca fui capaz de correr y tampoco sé reír como ella, pero en algo supero a mi muñeca. Soy una niña que puedo cerrar los ojos magistralmente cuando paso a la posición horizontal, además, cuando mi espalda es presionada, pronuncio la palabra «mamá» con toda claridad.
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