FIESTA DE EMPRESA

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Era la fiesta navidad de la empresa, el único día del año donde coincidíamos todos los empleados con cargos de responsabilidad. Se trata de un bufete de abogados de ámbito nacional con sucursales en las principales ciudades españolas y la central ubicada en Madrid. Yo trabajo en la sucursal de Sevilla.

Me había desplazado en el Ave esa misma mañana y me fui directamente al hotel donde se celebraba la cena y teníamos reservadas habitaciones para los que éramos de fuera. Una vez registrada solicité los servicios de peluquería del hotel para las seis de la tarde. La cena era de etiqueta y había que estar presentable contando con que los gastos corrían a cargo de la empresa.

A la hora en punto se presentó la peluquera en la habitación y se ocupó de hacerme un recogido alto que me dejaba el cuello al descubierto, la verdad es que me quedó elegante. Aprovechando que no me costaba pregunté si también me podían hacer depilación en la habitación y me dijo que ella misma podía hacérmela.

Una vez acabó con el pelo se marchó y volvió con los utensilios para depilación. Ya puestos le dije que además de repasarme las piernas y axilas, me arreglara el pubis. Era un regalo para Paco, mi pareja, para cuando volviera a casa al día siguiente.

A las ocho me vestí de fiesta con un mono negro y destellos plateados, una sola pieza de raso. Tenía un escote hasta un palmo más debajo del pecho y la espalda quedaba descubierta hasta la mitad. La parte de abajo era un pantalón amplío y cuando estaba parada parecía una falda hasta los pies. La prenda no admitía el uso del sujetador, lo que no era problema porque tengo los pechos pequeños y firmes.

Me calcé unos zapatos de tacón de aguja rojos que resaltaban al contraste del traje y me pinté los labios del mismo color. Una gargantilla de oro blanco a juego con la pulsera y un bolso de mano también rojo, a juego con los zapatos. Me miré en el espejo de cuerpo entero de la habitación y me sentí satisfecha. Estaba elegante y segura de captar la mirada de más de un compañero.

Bajé pronto con la idea de tomarme una copa e ir saludando a los compañeros que estuvieran en el bar. Al llegar al ascensor me encontré con un hombre vestido con traje negro, camisa blanca con chorreras y una pajarita roja. Me miró y al ver mi atuendo me preguntó si iba a la cena y mencionó el nombre del bufete.

Nos presentamos y cada uno dijo de dónde venía, era de Bilbao y el primer año que asistía a la fiesta de la empresa. Nos dirigimos juntos a la barra y me preguntó que quería beber. Le dije que un Martini y pidió dos al camarero. En seguida empezaron a llegar compañeros y los saludos de rigor. Les fui presentando a Carlos y al final éramos un grupo bastante grande en la barra.

Al entrar al comedor una señorita nos iba preguntando el nombre y nos indicaba el número de mesa que nos correspondía donde había cartelitos con nuestros nombres indicando cual era nuestra silla. La casualidad hizo que nos tocara en la misma mesa, aunque en asientos separados. Al ir a sentarnos le preguntó a un compañero si le importaba cambiarle es sitio para sentarse a mi lado, aduciendo que era nuevo y solo me conocía a mí. No hubo problema.

La conversación durante la cena fue amena y cargada de anécdotas del trabajo, que era lo que nos unía a todos. Carlos resulto ser abierto y divertido, no sé si lo que contaba era cierto o inventado, el caso es que consiguió hacernos reír a todos. Estuvo pendiente de mí durante toda la cena y me sentí alagada.

Después de la cena y los discursos de rigor de los jefes, pasamos a un salón contiguo donde había música y una sala de baile. Carlos se ocupó de ir a buscar dos copas de champan y me ofreció una, brindamos por nosotros y bebimos y al separar las copas de los labios me besó. Fue solo un pico y me gustó.

Le miré interrogándole a que había venido el beso y se acercó a mi oído para decirme que estaba deseando hacerme el amor desde que habíamos coincidido en el ascensor. Le dije que lo que quería era echar un polvo y yo era la primera mujer que había encontrado a mano.

Me miró fijamente a los ojos y me dijo que si hubiera querido solo follarme me lo habría dicho y que la fiesta estaba repleta de mujeres buscando algún candidato para echar un polvo. Él quería hacerme el amor tantas veces como fuéramos capaces de aguantar y en cualquier caso me pedía disculpas si me había ofendido. El muy cabrón sabía como comportarse con una mujer y lo que era una proposición lo convirtió en un alago.

Le cogí de la mano y le arrastré al ascensor. Al entrar coincidió que una señora iba a subir con nosotros y muy educadamente le dijo que mejor esperara a otro ascensor para no queríamos escandalizarla por lo iba a ocurrir en cuando se cerraran las puertas. Me tuve que aguantar la risa ante la mirada de desprecio de la mujer.

Nada más cerrarse las puertas me cogió de la cintura y me apretó contra él mientras me besaba. Esta vez me pasó la lengua por los labios y saqué la mía para unirlas. Una mano descendió hasta mis glúteos y me presionó contra él para que notará que estaba empalmado.

Iba a pasar de largo de mi habitación y le frené. Prefería hacerlo en mi cama y no tener que vestirme después para volver a mi habitación. Le dije que nos quedábamos en mi habitación al tiempo que introducía la tarjeta en la puerta.

Nada más cerrar la puerta me abrazó y nos besamos. Me sentía transportada a los cielos con su lengua en mi boca mientras y yo buscando el contacto con la mía. Con los pubis pegados se movía hacia los lados restregándose para hacerme sentir la polla. Una mano se deslizó por el escote y alcanzó un pecho.

Simplemente buscó el pezón y lo acarició, nada de estrujarlo como hubiera hecho cualquier otro. Pasaba despacio el pulgar alrededor y luego lo ponía en la punta presionando solo un poco. A esas alturas yo estaba deseando que me follara como un animal y se dejara de delicadezas

Deslizó la cremallera lateral del mono y me saco los tirantes de los hombros. Cuando los pechos quedaron al aire me los besó, primero en uno y luego en el otro, luego se dedicó a chuparlos y de vez en cuando los abandonaba para besármela boca nuevo.

Deslizó el vestido hacia los pies y se agachó para sacármelo haciéndome levantar un pie primero y el otro después. Fue ascendiendo y pasándome la lengua desde las rodillas hacia arriba y al llegar al pubis, aún con las bragas puestas, me lo besó. Fue un breve beso que me dejó deseando bastante más. Se desnudó y se tumbó a mi lado volviendo a los besos en la boca.

Me acariciaba el pubis por los lados sin llegar a tocar donde yo deseaba. Mi temperatura ya era de fiebre cuando se tumbó encima de mí y apoyo le pene en la entrada. Le agarré las nalgas para entrara de una vez y se resistió. Lo hizo poco a poco, entrando y saliendo, haciéndome desear cada vez más tenerla entera dentro y que empezara a moverse.

Era todo tan lento y tanta mi ansiedad que empecé a apretar los músculos internos para sentirle, ventajas de practicar ejercicios de Kessler. Insistía en hacerme sufrir, menos mal que tenía un buen tamaño y me presionaba por dentro lo suficiente para sentirle cada vez que se movía, como si me follara.

Ni siquiera me preguntó si podía correrse dentro. Debió pensar que si no tomaba anticonceptivos se lo hubiera dicho. Cuando empecé a gemir comenzó el baile lento, la sacaba entera y entraba profundamente hasta que conseguía presionarme el clítoris con su pubis. Yo apretaba todo lo que podía los músculos para sentirla entrar y salir. Cuando iba a correrme me envistió con fuerza mientras me pasaba la lengua por el cuello y nos corrimos los dos. No me la sacó inmediatamente, se quedó dentro mientras nos besábamos.

Nos recuperamos y me dijo que me pusiera boca abajo, se arrodillo encima de mí y me acarició con el pene la entrada trasera. Me giré para mirarle interrogativamente y me preguntó si me gustaba. Le dije que sí y evité que decirle que fuera despacio para no hacerme daño, como siempre le pedía a mi pareja. Me abrió las piernas y me untó la entrada con los jugos de ambos que ya empezaban a ser expulsados de mi cuerpo, fueron suficientes para lubricarme la entrada.

Se deslizó dentro como cuando lo hizo por delante. Al poco le dije que me dejara encima para poder controlar yo la penetración. Me senté encima de él y me la metí entera. Empecé a subir y bajar y me corrí enseguida en esa posición. Empecé a mover el culo en sentido rotativo mientras acariciaba el clítoris. No tarde en notar que me iba a correr de nuevo cuando me entraron unas ganas tremendas de orinar por la presión de su pene. Intenté aguantar hasta que acabáramos, pero cada vez me era más urgente ir al baño.

Le dije que parara un momento porque necesitaba ir al servicio con urgencia. Se respuesta fue moverme hacia a delante y hacia atrás sin permitirme levantarme. Me oriné encima con una indescriptible sensación de alivio, era la primera vez que me ocurría y fue tan excitante que al acabar me corrí otra vez al tiempo que sentía su liquido derramarse en mi recto. Me hizo desplazarme hacia arriba y me colocó con las piernas abiertas a la altura de su cabeza. Acercó la boca al sexo y empezó a chuparme hasta que me corrí de nuevo en su lengua.

Llamó a recepción y dijo que necesitábamos que el servicio de habitaciones nos cambiara las sabanas y pusieran un empapador porque estaba mojadas. Cinco minutos después llamaron a la puerta y dos empleadas del hotel se ocuparon de cambiarlas poniendo el empapador donde el colchón estaba húmedo y mientras nos cubrimos con los albornoces del hotel.

No daba crédito a lo ocurrido y su cara dura llamando al servicio de habitaciones como si fuera lo más normal del mundo a las tres de la mañana. Era demasiado evidente que nos habíamos meado en la cama.

Nos dormimos agotados enseguida. Cuando abrí los ojos ya entraba claridad por la ventana. Me sentí desconcertada que fui consciente de donde estaba y quien dormía a mi lado. Levanté la sabana y al verle desnudo me entraron ganas de devolverle la mamada que había hecho antes de dormirnos.

Me tumbé entre sus piernas y le cogí el pene. Abrió los ojos cuando empecé a chuparlo. Me dijo que me tumbara su lado y le contesté que era mi momento y quería hacer lo que más me apetecía. Le pedí que se relajara y permaneciera quieto. Poco a poco la cosa fue creciendo en mi boca mientras le presionaba la base por debajo de los testículos para evitar que se corriera antes de disfrutarla.

Cuando me dijo que se iba a correr dejé solo la punta dentro de la boca con la lengua presionado sobre la rajita. Empezó a correrse hice al vacío con la boca y empecé a tragar sus fluidos. Consciente de que ya no salía nada, me incorporé y le besé en la boca.

Nos duchamos juntos y nos enjabonamos uno al otro. Después de aclararnos me puso contra la mampara de la ducha y me folló. Nos secamos y pedimos el desayuno, vestidos solo con los albornoces del hotel. Al terminarnos de desayunar me dijo que quería chuparme el coño y acabamos haciendo un sesenta y nueve que me supo a gloria y no solo por el orgasmo, el morbo y las ganas de chupársela contribuyeron bastante.

Nos despedimos sin siquiera darnos los teléfonos, sabíamos como encontrarnos. Se vistió, me besó y me dijo que nos veríamos en Sevilla. Yo hice lo propio, guardé mis cosas en la pequeña maleta y pedí a recepción un taxi para que me llevara a Atocha.

Desde que salió por la puerta de mi habitación hasta que llegué a casa no me le pude quitar de la cabeza. Recordaba cada momento vivido y no encontraba en mi lista de amantes a ninguno que me hubiera hecho sentir lo mismo. Su forma de besar, contantemente pendiente de mi placer y de “hacerme el amor” como me prometió y cumplió. Deseada, amada y querida por un desconocido durante toda una noche.

Al llegar a casa me recibió mi pareja con un beso en los labios, es la costumbre. Su beso me supo distinto a otras veces e inconscientemente lo comparé con los de Carlos. En ese momento fui consciente de me había enamorado de él.


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