Un ojalá tardío es un lamento a la vida cuando ésta viene a saldar las cuentas. Un despertar a la realidad cuando te golpea con fuerza y no deja que te levantes de nuevo. Un experto que te explica lo que sucedió cuando la crisis ya ha pasado y se pregunta por qué no lo viste venir. Es un recordatorio de resignación ante un cúmulo de «por si acaso» y «no hay nada mejor». Una liberación de los miedos que te atormentaron tiempo atrás y que te permite ver las cosas con claridad desde el lado equivocado del camino. Es darse cuenta de que tomaste la fruta prohibida porque era tentadora, solo que, en vez de Eva, tenías a la sociedad instigándote a ello. Ese ojalá te permite llegar a lo más profundo de tu alma, donde residen tus mayores deseos, aquello que más anhelas. Una epifanía en un momento que crees perdido, que ya no hay solución. Ese torbellino de claridad y arrepentimiento puede afectarte más de la cuenta si te dejas llevar por los sentimientos opuestos entre sí. Piensa, por un momento, que nada está perdido hasta que se acaba el juego. Vive tu vida pensando en lo que va a ser, en ese momento en que te llegaría un ojalá tardío, e intenta adelantarte a sus efectos encaminándote hacía lo que realmente quieres.
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