RELATIVO AL AMOR - Relato
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 19/05/2021, clasificado en Varios / otros
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Desde allí dentro parecía un lugar acogedor, la zona encharcada era obvio que estuviese así, encharcada, puesto que las lluvias primaverales en esa época, ese año se habían alargado en el tiempo.
Irene, llegaba a su destino, un maravilloso paraje y unos no menos maravillosos días la esperaban, todo se suavizaría, se tenía que suavizar.
Anduvo hacia la recepción de aquel bosque materializado de urbanismo que adaptado y con un aspecto moderno, mostraba sus comodidades en carteles anunciadores, mezclándose estos con la predispuesta y enfocada naturaleza. La que aliviaría todo trauma acumulado, fuera cual fuera la causa o aquello es lo que se anunciaba en el folleto que llegó a sus manos hacía ya un mes.
En el sorteo del barrizal, mientras caminaba y para no meterse de lleno en él, Irene dejó que le tocase a Marc, mientras este estaba pendiente de la avioneta que surcaba el cielo, haciendo publicidad aérea de El Parque Monkey.
Ahora os hablaré un poco de los dos, estos jóvenes que se van a acomodar por un periodo ilimitado, en el caso de Irene, en aquellas cabañas en plena naturaleza. Marc, regresará algo más pronto, pero él lo sabe, lo único que le preocupa ahora es la joven, además del traumatismo de su tobillo, es que en tan poco tiempo ha simpatizado ya con Irene, una joven veterinaria que sufre del abandono repentino de su pareja a pocos meses de una boda que no llegó a realizarse. Dos dolencias distintas aunque relativamente parecidas en su tratamiento, las dos necesitaban de relajación y tranquilidad, una física y otra mental, pero sin duda las dos se verían solucionadas emocionalmente.
Era el 48 de la fila, ella lo sabía, arrastrando su maleta se encaminó hacia la cabaña con ese número, la cual le habían indicado previamente. Dejando a Marc, que se ubicase en la que le había tocado a él y que quedaba justo frente a la suya.
Era un lugar de ensueño, para una fanática de los animales, dedicada desde siempre a favorecer a los más necesitados; Irene disfrutaría y le vendría muy bien estar rodeada de aquellos primates que como allí se encontraban libremente en sus casas centrales para guardar a los clientes.
Amanecía, el chaparrón ya había amainado y tímidamente aparecía el sol para hacer referencia al famoso refrán, que a ella le disgustaba tanto escuchar… No hay sábado sin sol, ni doncella sin amor…
El porche aún goteaba, pero Irene se estiraba respirando la suave brisa de una borrasca que desaparecía, de momento.
Bajó los brazos tomando el movimiento más usual entre las personas, dejar los miembros relajados mientras los movemos.
Alguien la miraba, imitando su movimiento, adoptando su actitud, Piero se unía al que llegó a ser un baile improvisado.
Lo invitó a entrar, era algo permitido por la dirección del complejo, y así lo hizo, se cogió de la baranda y elegantemente saltó, siendo saludado por Irene, que se presentó amigablemente, leyendo en la credencial que llevaba al cuello el nombre de Piero.
Mientras tanto, Marc, observaba la escena, no debía de preocuparse, decía riendo, regresando dentro y dejando vacío aquel otro porche en el que se volvía a escuchar caer la lluvia.
Aquel desayuno parecía que no terminaba, y Marc llamó a Irene, desde la mitad de la calle. Gritó su nombre, mientras la citaba en la zona del deporte de riesgo, la esperaría justo en la tirolina.
Irene levantó su mano, añadiendo a la afirmación a Marc, un saludo de entendimiento, que Piero imitó. Ya se lo había advertido, le decía a Piero, le daba miedo esa clase de actividad, pero claro, entraba en la lista de las tareas para aquellos días y habría que hacerlo.
Piero, mientras ella le hablaba la miraba a los ojos, era lógico que la entendía, se dio cuenta mientras le acariciaba la mano y él le ponía morritos de comprensión.
Era la hora, Irene, salió llevando de la mano a Piero, que ya no sé apartaría de ella de ninguna de las maneras, ni tan siquiera cuando en ese instante, del salto, el monitor le advertía que era ella la única que saltaría. Dejando a un lado las advertencias del instructor, se colgó y se tiró detrás de ella custodiando su caída.
El amor había nacido entre ellos, los necesitados, a Piero se le había muerto su pareja hacia tan solo unos meses, pero ella no era para él, ni viceversa.
Marc, llevaba los resultados médicos, sus días de permanencia allí terminaban entonces, abandonaría el lugar, pero antes bromeaba con Irene, respecto a Piero, mientras acudieron a la piscina para unos baños terapéuticos, antes de que él se fuese.
El jacuzzi era el único lugar al cual no dejaban entrar a Piero, de todos los espacios cerrados, ese, era en el que le prohibían la entrada. Una lástima, pensaba Irene, sabía comportarse, era educado, pero su instinto natural le condicionaba y como en otras ocasiones al ver a otras personas su actitud no era la adecuada y se ofendían al ver cómo se tocaba.
Aquella tarde sucedería lo que se estaban temiendo desde que Irene, llegó al complejo turístico y conoció a Piero. Su relación se había estrechado y ninguno de los dos planteaba su vida sin el otro.
Era cierto que el sistema nervioso de Irene, había mejorado bastante, la convivencia con Piero, era lo que más efecto le causó.
Sus juegos manuales, y de coordinación le demostraban que podía volver a su trabajo en la ciudad.
Había sido una experiencia muy positiva, no tenía duda de que lo recomendaría, el parque Monkey no quedaría desierto de halagos por su parte.
Le avisó, me voy ya, le dijo, se acabó, la vida tiene una normalidad, le repetía mientras sus manos entrelazadas se negaban a soltarse. Piero, paseaba su dedo índice, la señalaba a ella, luego se señalaba él y por último sus manos unidas. Irene asentía con la cabeza y repetía la acción, negando al momento lo que estaba haciendo e intentando soltarse lo miraba fijamente a los ojos.
Las horas previas a una despedida siempre son dolorosas, por eso la dirección empresarial que gestionaba el tratamiento en aquel entorno natural, organizaba una cena de bienvenida y despedida que suavizaba ambas cosas.
El salón engalanado para la fiesta estaba preparado, todos acudían al encuentro con los novatos con sus mejores galas, y las más cómodas.
Aquel era un lugar para la comodidad y todos lo sabían, los únicos que lo ignoraban eran los nuevos que igual que le pasó a Irene, muy pronto se darían cuenta.
Tres meses después…
El autobús aparcaba cerca de recepción, sus ocupantes bajaban en orden inspeccionando, admirados del lugar, en el mostrador eran provistos de una llave y unas instrucciones de dónde debían ir.
Un joven con una ligera cojera le ofreció su ayuda a una joven a la que le habían designado la cabaña de enfrente a la suya y al que el recepcionista parecía conocer al llamarlo por su nombre, Marc, le dijo.
María, despertaba muy cansada, el viaje había sido muy pesado, demasiadas horas de carretera, pero el lugar merecía la pena.
Después de que su pareja desapareciese tan solo dos días antes de la boda, ella había caído en una depresión que la estaba matando.
Por casualidad un día llegó a sus manos un catálogo de información de aquel lugar paradisíaco, El Parque Monkey…
El chimpancé adjudicado para la compañía de María, estaba esperando allí mismo, hasta que ella le hiciese pasar y queréis saber una cosa… Aquella sería la solución, lo que ella precisaba para sus problemas. Miró el papel y comprobó que el nombre coincidía con el que había en su identificación, Piero.
Lo llamó y él saltó delante de ella, reconociendo su nombre en la voz de María, la que se acercó y le dio un plátano para familiarizar. Entonces el muy avispado Piero, olisqueó su cuello sabiendo en cada momento lo que hacer para ganarse la confianza de María, igual que en su día le pasó a Irene.
Y desde aquí ya sabéis la historia, sabéis que María, se enamorará, que sentirá una atracción animal por la especie en aquel ejercicio relativo al amor.
Pero con qué finalidad, que mente privilegiada, manejaba la de las personas que mostraban una desilusión por abandono.
La especie humana desarrolla el cariño y lo adjudica por necesidad, después muere por amor, por la compañía que su corazón visceral necesita.
En aquel lugar donde la naturaleza era disfrutada durante tres meses, se acondicionaba a los pacientes a enamorarse de su medicación, del tratamiento que les iba a dar la solución para salvar su estado de ánimo y por consecuencia, su vida.
Piero, se convertiría en su apoyo moral, ella le daría cariño y él se lo devolvería con creces. En una palabra se enamoraría de él, le debería mucho, tanto que cuando llegase el momento de abandonar el lugar le costaría la misma vida.
Todo cambiaría en la cena de despedida y bienvenida, ya lo sabemos, pero qué es lo que ocurre en esa velada, qué pacto de silencio se soborna para que de allí no salga el experimento secreto que llevan a cabo.
Y mientras todas esas incógnitas nos hacen seguir pensando, en la ciudad una cambiada y feliz Irene, pasea de la mano con Piero, mientras alguien le hace esta pregunta…
-¿Irene, cómo te encuentras?
Adelina Gimeno Navarro
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