Quizás hace ya diez años o por el contrario tan solo un instante en el que uno frente al otro nos encontramos como completos desconocidos.
En el tiempo de los rostros anónimos, con el habla y la sonrisa cautivos, nos comunicamos con las miradas.
Y transcurre el tiempo, que es breve pero que se antoja eterno, como si ya hubiésemos vivido mil vidas juntos.
Y cada segundo se convierte en elixir de felicidad, en lugar de paz, en algo hermoso e intenso.
Y los corazones buscan latir al unísono a veces y otras se alternan guiando uno al otro en el sentir.
Y la distancia se torna inexistente ante lo inevitable.
Y la piel, ese mar de seda, es recorrida por los inexpertos viajeros en la tempestad del momento.
Y los labios descubren el camino entre sí y la rendición es completa.
Y todo el universo es el abrazo de dos almas que se aman.
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