Llegaste por mí a las doce

No fuimos una coincidencia, me niego a creerlo. Ambos nos conocimos con el corazón roto, no buscábamos nada más allá de un buen rato de sexo. Pero la vida es extraña, y aquel día que nos conocimos terminamos intimando de una manera diferente: en una larga y amena platica que nos orilló a conocer rápidamente los secretos que escondíamos. Aquel día de noviembre, cuando no queríamos nada serio, terminamos hasta pidiéndonos permiso para poder besarnos. Me diste un beso que me llevó a otra dimensión, una donde me sentí dispuesta a aventurarme nuevamente en el amor; borraste mis miedos del pasado cuando sostuviste mis manos, pronto supe que no quería soltarlas nunca; ese mismo día, cuando yo no quería saber nada sobre involucrarme en una relación, llegaste por mí a las doce y yo ya no quería apartarme de ti por más que pasaran las horas. 

Me atrapaste mientras iba en caída segura y, ese día de otoño, supe que quería todo contigo.