Cartas de amor

Te he escrito cientos de cartas. Mil palabras que se agolpan en páginas y páginas, tan solo un mero reflejo de todo lo que quise decirte. Todas las cosas que solo puedo articular en lo más profundo de la noche. En las horas en las que únicamente existo yo, y no hay nadie a quien dar explicaciones, nadie que escuche mi llanto. Todas esas cosas que se han perdido en algún punto de lo que pudo llegar a ser y nunca será. Cosas que ansío decirte. Cosas que solo pueden ser susurradas al oído, en los momentos en los que compartías conmigo esa soledad que precede al alma. Cosas tan delicadas que el mero hecho de decirlas demasiado alto podría romperlas. Cosas que ya no te podré decir.

Todo lo que se nos quedó en el aire sigue ahí, en páginas perdidas, escritas desesperadamente, que para mí eran tan necesarias como el aire para respirar. Como si me fuera imposible decírtelo a la cara, y, de una forma u otra, me resultase más fácil engañarme, y pensar que así lo sabrías. 

Ahora me parece egoísta. Sé que es demasiado tarde, que ya nunca sabrás acerca de las palabras dulces y las frases excesivamente bonitas que te dedicaba. Sé que es mejor así. A veces hasta te agradezco que te hayas ido. Pero aún así te echo tanto de menos... Aún así te sigo escribiendo, cada vez que me hace falta tu sonrisa. Sigo imaginándote conmigo, en las horas más oscuras, como si eso fuera a cambiar algo. Sigo soñando con el momento en que leas mis cartas y sepas todo lo que eras para mi. Aunque ahora solo emanan dolor, y se han vuelto palabras desesperadas, desgarradoras incluso, ilegibles debido a las lágrimas que manchan el papel, difuminando consigo la tinta. Cartas de desamor que se acumulan en el fondo de un cajón, mezclándose con aquellas que rebosaban ilusión y felicidad, que te escribí en un tiempo ahora demasiado lejano. Cartas que sé que nunca te entregaré.